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El sexo de los libros

Antonin Artaud: glosopoiesis; glosolalia.

“Sin boca sin lengua sin dientes sin laringe sin esófago sin estómago sin vientre sin ano, yo reconstruiré el hombre que soy”. Con estas palabras había expresado Artaud su concepto del “cuerpo sin órganos”...

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  • Dibujos de Artaud

Esto es lo que dice Artaud en una carta dirigida a André Breton y  fechada hacia el 28 de febrero de 1947. Ese inquietante “hacia” nos alerta respecto a la posibilidad de un tiempo no medible en términos habituales. Artaud escribe: “Cualquier experiencia es resueltamente personal, y la experiencia de otro no puede servir fuera de él a cualquiera bajo pena de crear estas sórdidas polvaredas del alter ego que componen todas las sociedades vivas y donde todos los hombres son en efecto hermanos en cuanto bastante cobardes y suficientemente poco atrevidos para aceptarse cada uno como surgido de otra cosa que no sea un mismo e idéntico coño, de un similar coñazo, de la misma coña irreemplazable y desesperante”. Este coño —viene a decir Artaud—, que es el agujero por el que sale al mundo todo ser humano, es también la causa eficiente de la estandarización del pensamiento: “todos por nacimiento se ven obligados a pensar lo mismo acerca de la mayor parte de los temas”. En  1947 la genética y la neurobiología no estaban tan desarrolladas como en la actualidad, lo que incrementa el mérito de las intuiciones del autor de Heliogábalo o el anarquista coronado.

“Sin boca sin lengua sin dientes sin laringe sin esófago sin estómago sin vientre sin ano, yo reconstruiré el hombre que soy”. Con estas palabras  había expresado Artaud su concepto del “cuerpo sin órganos”, al que dedicará no pocas páginas. Ese ataque al organismo que tiraniza al cuerpo contiene, a la vez, un aborrecimiento destructivo contra la corrupción que todo sistema gramatical genera en el dinamismo psíquico y en el lenguaje.

Derrida afirma que la glosopoiesis  “nos acompaña al borde del momento en que la palabra no ha nacido todavía, cuando la articulación ya no es el grito, pero tampoco es todavía el discurso”. Por su parte, Cioran, en El Aciago Demiurgo (1969) dio el aviso: “Literariamente, un error raro vale más que una verdad probada, conocida, aceptada”.

[La ‘glosolalia’ como proceso de ‘glosopoiesis voluntaria’: “La glosolalia es la pura invención de una lengua en la que el dicho está desconectado del acto de enunciación. Donde el individuo no quiere decir nada sino decir la nada. Es el acto de enunciación donde el sujeto se produce en estado naciente sin referencia a significación alguna.  Es la creación de una lengua personal que no intenta hacer lazo social, si bien, en el caso de Artaud y otros poetas o escritores psicóticos, esa lengua adquiere una dimensión estética sobreañadida a la ya estética intrínseca de los lenguajes psicóticos”. Enrique Rivas: Pensar la psicosis, Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2005]

En 1967, Jacques Derrida publicó, sobre Artaud, un trabajo titulado “El teatro de la crueldad y la clausura de la representación”. En este ensayo, Derrida manifestaba: “¿Puede decirse que Artaud hubiese rehusado dar el nombre de representación al teatro de la crueldad? No, con tal de que se clarifique bien el difícil y equívoco sentido de esta noción. (…) Ciertamente, la escena no representaría más, puesto que no volvería a añadirse como una ilustración sensible a un texto ya escrito, pensado o vivido fuera de ella y que ella no haría más que repetir sin construir su trama”. Téngase en cuenta que  Derrida ya se había deconstruido a sí mismo en el útero de su madre y nació ya con la obsesión del logocentrismo y con todas las cualidades de un poeta; aunque  —confundiéndose de oficio—, a lo largo de toda su existencia pretendería, inútilmente, ser filósofo.

Según Artaud: “Hay entre el principio del teatro y el de la alquimia una misteriosa identidad de esencia” (El teatro y su doble, 1938). Y añade: “Allí donde la alquimia, por sus símbolos, es el Doble espiritual de una operación que sólo funciona en el plano de la materia real, el teatro debe ser considerado también como un Doble, no ya de esa realidad cotidiana y directa de la que poco a poco se ha reducido a ser la copia inerte, tan vana como edulcorada, sino de otra realidad peligrosa y arquetípica, donde los principios, como los delfines, una vez que mostraron la cabeza se apresuran a hundirse en las aguas oscuras”.

 

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