?Sólo esperamos que esto sirva para evitar derrumbes en el futuro?
Los vecinos de la finca donde se desprendió un techo a principios de marzo pudieron entrar por fin ayer en sus casas para recoger sus enseres
E l 19 de marzo de 2009 será una fecha difícil de olvidar para las seis familias del número 5 de la calle Paco Alba. Y no precisamente por alguna conmemoración constitucional o festejo croquetero. El de ayer fue para ellos un día de emoción contenida y de reencuentro con sus recuerdos. Contrastes de la ciudad. Mientras la clase política e institucional celebraba por todo lo alto el 197 aniversario de la promulgación de La Pepa y soñaba con la modernidad y el desarrollo imputables al Doce, la otra cara de Cádiz, la de la infravivienda, la que ni sonríe ni entiende de bicentenarios, se hacía visible una vez más sin posibilidad de ocultarla ni matizarla.
Estos vecinos regresaban al edificio de La Viña donde el pasado 4 de marzo rondó la tragedia, al desprenderse el techo de una vivienda que provocó su salida. Volvían sólo para recoger sus pertenencias personales más importantes y disponían de una hora y media por piso. Un trago amargo aunque necesario para afrontar la nueva etapa que ahora les tocará vivir, realojados en viviendas de la Junta de Andalucía durante la remodelación del inmueble dañado.
El trajín comenzó pasadas las diez y media de la mañana y se prolongó hasta cerca de las ocho de la tarde. Los primeros en acceder a la finca, Alfonso y María, tenían muy claro cuáles eran sus prioridades. Nada más entrar, él se lanzó directamente a descolgar los cuadros y marcos de fotografías, al tiempo que ella se afanaba en recopilar todo tipo de papeles. Sin embargo, tanta tensión acumulada acabó por derrumbar psicológicamente a esta mujer mayor, que se echó a llorar durante algunos minutos.
El impacto de ver su hogar completamente apuntalado, como reconocería un poco más tarde, le hizo venirse a bajo momentáneamente. “Me puse a pensar en lo que podía haber sucedido, en mis nietos y en lo cerca que estuvimos todos de morir ...”, comentaba conmovida a una de las trabajadoras sociales de la Oficina de Rehabilitación, que intentaba consolarla en vano.
Pero si su casa presentaba un aspecto desolador, peor se encontraba la de su cuñada, Conchi, donde se desplomó la cubierta. La afectada prefirió eludir el trance de rememorar el suceso y no acudió ayer al lugar del que salió con lo puesto dos semanas atrás. “No se sentía con fuerzas y, por eso, no la hemos traído”, explicaba su hija Susana, a la vez que llenaba el maletero del coche de cajas cargadas de enseres, ropas, medicinas y alimentos no perecederos.
Su padre, Manuel, sí se acercó por Paco Alba e incluso subió brevemente a la vivienda para recoger algunos documentos de la póliza. Allí, comprobó el alcance de unos destrozos que ahora habrá que cuantificar para cumplimentar las correspondientes reclamaciones. De momento, la abogada Carmen Tejonero ya le ha advertido de que probablemente perderá la cocina, varios muebles y hasta la lavadora.
AGRADECIMIENTO
La pena de estas familias se compensa, en parte, con la adquisición de la finca por parte de la Junta de Andalucía que, además de garantizar su reforma, se encargará de buscarles alojamiento mientras duren las obras. A pesar de lo padecido estos días, los inquilinos se mostraban ayer satisfechos con la labor del Gobierno autonómico. María agradecía, sobre todo, la “humanidad con que nos han tratado en este lance tan complicado”. Un comportamiento que, según dijo, dista mucho del que ha caracterizado al administrador del edificio durante el proceso previo al acuerdo con el Obispado para formalizar la herencia y posterior venta.
Con todo, los damnificados lamentaron la tardanza de las administraciones implicadas en el arreglo, que no han reaccionado con decisión hasta que se produjo el accidente. Máxime, cuando el inmueble figuraba en las listas de infravivienda desde 1984. “Sólo esperamos que esto sirva para evitar otros derrumbes en el futuro”, apostillaron.
Estos vecinos regresaban al edificio de La Viña donde el pasado 4 de marzo rondó la tragedia, al desprenderse el techo de una vivienda que provocó su salida. Volvían sólo para recoger sus pertenencias personales más importantes y disponían de una hora y media por piso. Un trago amargo aunque necesario para afrontar la nueva etapa que ahora les tocará vivir, realojados en viviendas de la Junta de Andalucía durante la remodelación del inmueble dañado.
El trajín comenzó pasadas las diez y media de la mañana y se prolongó hasta cerca de las ocho de la tarde. Los primeros en acceder a la finca, Alfonso y María, tenían muy claro cuáles eran sus prioridades. Nada más entrar, él se lanzó directamente a descolgar los cuadros y marcos de fotografías, al tiempo que ella se afanaba en recopilar todo tipo de papeles. Sin embargo, tanta tensión acumulada acabó por derrumbar psicológicamente a esta mujer mayor, que se echó a llorar durante algunos minutos.
El impacto de ver su hogar completamente apuntalado, como reconocería un poco más tarde, le hizo venirse a bajo momentáneamente. “Me puse a pensar en lo que podía haber sucedido, en mis nietos y en lo cerca que estuvimos todos de morir ...”, comentaba conmovida a una de las trabajadoras sociales de la Oficina de Rehabilitación, que intentaba consolarla en vano.
Pero si su casa presentaba un aspecto desolador, peor se encontraba la de su cuñada, Conchi, donde se desplomó la cubierta. La afectada prefirió eludir el trance de rememorar el suceso y no acudió ayer al lugar del que salió con lo puesto dos semanas atrás. “No se sentía con fuerzas y, por eso, no la hemos traído”, explicaba su hija Susana, a la vez que llenaba el maletero del coche de cajas cargadas de enseres, ropas, medicinas y alimentos no perecederos.
Su padre, Manuel, sí se acercó por Paco Alba e incluso subió brevemente a la vivienda para recoger algunos documentos de la póliza. Allí, comprobó el alcance de unos destrozos que ahora habrá que cuantificar para cumplimentar las correspondientes reclamaciones. De momento, la abogada Carmen Tejonero ya le ha advertido de que probablemente perderá la cocina, varios muebles y hasta la lavadora.
AGRADECIMIENTO
La pena de estas familias se compensa, en parte, con la adquisición de la finca por parte de la Junta de Andalucía que, además de garantizar su reforma, se encargará de buscarles alojamiento mientras duren las obras. A pesar de lo padecido estos días, los inquilinos se mostraban ayer satisfechos con la labor del Gobierno autonómico. María agradecía, sobre todo, la “humanidad con que nos han tratado en este lance tan complicado”. Un comportamiento que, según dijo, dista mucho del que ha caracterizado al administrador del edificio durante el proceso previo al acuerdo con el Obispado para formalizar la herencia y posterior venta.
Con todo, los damnificados lamentaron la tardanza de las administraciones implicadas en el arreglo, que no han reaccionado con decisión hasta que se produjo el accidente. Máxime, cuando el inmueble figuraba en las listas de infravivienda desde 1984. “Sólo esperamos que esto sirva para evitar otros derrumbes en el futuro”, apostillaron.
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