En tus manos encomendamos...
No cabe ninguna duda, que los grandes acontecimientos de nuestra historia siempre han supuesto un importante avance para nuestra sociedad...
No cabe ninguna duda, que los grandes acontecimientos de nuestra historia siempre han supuesto un importante avance para nuestra sociedad. Más allá de los lógicos miedos, cada momento de grandeza ha sido seguido por millones de personas que, de una u otra forma, sin saber muy bien a qué era debido y qué nos deparaba, han puesto su confianza en aquello que acontecía. Todos y cada uno de los seres humanos que tenían la dicha de vivirlo, sabían que existía un antes y un después. A partir de entonces nada sería igual.
Ésta es la sensación que quien suscribe percibe desde el pasado 20 de enero. Nunca viví –es verdad que tampoco soy muy mayor– un alborozo colectivo de tales magnitudes. Millones de personas pendientes del nombramiento de un presidente. Todos/as sabemos que ya ha hecho historia por el simple hecho del color de su piel –bendito oscurecimiento–. Algunos/as se ruborizarán ante tal afirmación y dirán que nada tiene que ver –razón que puedo compartir–. Pero no es menos cierto, que igual que cuando fueron vilipendiados, perseguidos y torturados por esa maldita misma razón. Y hete aquí la grandeza del hecho, un negro, que como él mismo ha dicho, hace 60 años no gozaba siquiera del derecho de otros a estar paseando por determinados barrios, tomar café en determinados restaurantes y estudiar en determinadas universidades...
Yo tengo la certeza, que sea como fuere su mandato, ya ha triunfado. Y es precisamente aquí donde radica su fuerza y su grandeza. No tiene nada que demostrar, el mero hecho de haberlo conseguido, le otorga una libertad y autonomía que muy pocos presidentes y seres humanos han podido disfrutar.
Su mandato va a estar libre de toda sospecha, Va a contar con todas las complicidades del mundo mundial. Todos y cada uno de líderes mundiales y sus conciudadanos van a ponerse a su disposición para que lidere el cambio que todos/as estábamos esperando. Razón teníamos aquellos/as que hace algunos años repetíamos sin cesar aquello de, “no estámos en una época de cambio sino en un cambio de época”.
Su discurso de investidura así lo demuestra. Como muestra algunos botones: “Somos conscientes de que la grandeza nunca es un regalo. Debe ganarse”, “El mundo ha cambiado y nosotros tenemos que cambiar con él”, “A los pueblos de las naciones más pobres, nos comprometemos a colaborar con vosotros para que vuestras granjas florezcan y dejar que fluyan aguas limpias; dar de comer a los cuerpos desnutridos y alimentar mentes hambrientas, nos hacen albergar lo revolucionario de nuestro mundo”. Como dice el Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, parece como si hoy día lo revolucionario –valga la redundancia– es creer que verdaderamente existe la esperanza.
Tampoco es cuestión de llamarnos a engaños, como dice el refrán “lo cortés no quita lo valiente”. Tiene –tenemos– una ardua y difícil tarea por delante. El mundo, nuestro mundo, tiene ante sí un complicado cambio, hemos llegado a tener en determinadas zonas, todo aquello que anhelábamos y que nos daba aliento para recorrer el camino. No cabe duda, que debemos reinventarnos nuestras utopías, crear nuevas y poderosas razones por las que luchar. Tal como él dice: “Nuestros desafíos podrían ser nuevos. Las herramientas con que les hacemos frente podrían ser nuevas. Pero esos valores sobre los que depende nuestro éxito; el trabajo duro y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo, esas cosas son viejas”. En tus manos encomendamos el mundo. Sólo cabe decir aquí tiene las mías.
Ésta es la sensación que quien suscribe percibe desde el pasado 20 de enero. Nunca viví –es verdad que tampoco soy muy mayor– un alborozo colectivo de tales magnitudes. Millones de personas pendientes del nombramiento de un presidente. Todos/as sabemos que ya ha hecho historia por el simple hecho del color de su piel –bendito oscurecimiento–. Algunos/as se ruborizarán ante tal afirmación y dirán que nada tiene que ver –razón que puedo compartir–. Pero no es menos cierto, que igual que cuando fueron vilipendiados, perseguidos y torturados por esa maldita misma razón. Y hete aquí la grandeza del hecho, un negro, que como él mismo ha dicho, hace 60 años no gozaba siquiera del derecho de otros a estar paseando por determinados barrios, tomar café en determinados restaurantes y estudiar en determinadas universidades...
Yo tengo la certeza, que sea como fuere su mandato, ya ha triunfado. Y es precisamente aquí donde radica su fuerza y su grandeza. No tiene nada que demostrar, el mero hecho de haberlo conseguido, le otorga una libertad y autonomía que muy pocos presidentes y seres humanos han podido disfrutar.
Su mandato va a estar libre de toda sospecha, Va a contar con todas las complicidades del mundo mundial. Todos y cada uno de líderes mundiales y sus conciudadanos van a ponerse a su disposición para que lidere el cambio que todos/as estábamos esperando. Razón teníamos aquellos/as que hace algunos años repetíamos sin cesar aquello de, “no estámos en una época de cambio sino en un cambio de época”.
Su discurso de investidura así lo demuestra. Como muestra algunos botones: “Somos conscientes de que la grandeza nunca es un regalo. Debe ganarse”, “El mundo ha cambiado y nosotros tenemos que cambiar con él”, “A los pueblos de las naciones más pobres, nos comprometemos a colaborar con vosotros para que vuestras granjas florezcan y dejar que fluyan aguas limpias; dar de comer a los cuerpos desnutridos y alimentar mentes hambrientas, nos hacen albergar lo revolucionario de nuestro mundo”. Como dice el Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, parece como si hoy día lo revolucionario –valga la redundancia– es creer que verdaderamente existe la esperanza.
Tampoco es cuestión de llamarnos a engaños, como dice el refrán “lo cortés no quita lo valiente”. Tiene –tenemos– una ardua y difícil tarea por delante. El mundo, nuestro mundo, tiene ante sí un complicado cambio, hemos llegado a tener en determinadas zonas, todo aquello que anhelábamos y que nos daba aliento para recorrer el camino. No cabe duda, que debemos reinventarnos nuestras utopías, crear nuevas y poderosas razones por las que luchar. Tal como él dice: “Nuestros desafíos podrían ser nuevos. Las herramientas con que les hacemos frente podrían ser nuevas. Pero esos valores sobre los que depende nuestro éxito; el trabajo duro y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo, esas cosas son viejas”. En tus manos encomendamos el mundo. Sólo cabe decir aquí tiene las mías.
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