Su historia es similar a la de tantas personas que en los 60 salieron de Palestina para estudiar en Europa ante la falta de oportunidades existente en su tierra. Él recaló en Barcelona, procedente de un barco de Beirut, “sin saber ni una palabra de español”. Según cuenta, desde allí se desplazó a Madrid con dos amigos, donde un iraquí “nos enseñó en tres meses lo básico del idioma”. Luego, empezaría a estudiar en Valencia la carrera de Medicina, cuyos últimos cursos terminaría en Cádiz.
Asegura que, una vez obtenido el título, en 1976, trató de regresar a su patria con la idea de ejercer allí su profesión. Entonces, “los israelíes dijeron que en tres meses contestarían a mi petición”. Pero cuando han transcurrido más de 30 años, Zuhair sigue sin respuesta. “Nunca me dejaron volver”, rememora dolido.
Aquel contratiempo le obligó a permanecer en Cádiz, donde se estableció definitivamente. “Aquí conocí a mi mujer, me casé con ella y después tuvimos tres hijos”, relata orgulloso. Hoy se considera feliz en esta ciudad, donde “soy un tipo respetado y que respeta a todo el mundo” desde la consulta que atiende en el centro de salud de La Laguna.
viaja todos los años
Pero no por ello olvida su tierra, ni se muestra ajeno a las vicisitudes que atraviesan sus hermanos. El hecho de haber prosperado en Cádiz no impide que todos los años acuda a Hebrón a visitar a su gente. Una costumbre que sólo interrumpió entre 2002 y 2004, cuando la segunda intifada se encontraba en su máximo apogeo y “mis propios parientes me recomendaban que no fuera a verlos”.
Y es que la situación nunca ha sido fácil en este rincón del mundo. Sobre todo, dice Zuahir, si eres palestino y a escasos metros de tu casa, como le ocurre a su familia, existe un asentamiento de colonos judíos. “Sólo para bajar a la ciudad hay que pasar unos tres controles militares, donde los abusos y las humillaciones suponen el pan de cada día”, explica indignado. Una rabia que se incrementa “cuando no estás allí y tienes que asistir por televisión al genocidio que ahora Israel lleva a cabo en Gaza”, afirma categórico.
Él admite asumirlo a estas alturas con cierto escepticismo, aunque matiza que eso en modo alguno significa resignación ante el actual estado de cosas. Por eso, acude a todas las concentraciones de protesta que se convocan en la capital contra estos ataques. “Lo ideal sería la creación de un estado palestino y que los cuatro millones de refugiados pudieran retornar a su hogar”, señala convencido. “Pero Israel siempre se ha opuesto a lo largo de la historia y cuenta con el apoyo de la mayoría de los países, incluido el de los dirigentes árabes”, apostilla. He ahí su frustración. He ahí su pesimismo.
Con todo, advierte a quien quiera escucharle que nunca habrá paz en Oriente Próximo mientras el estado sionista continúe reprimiendo a sus paisanos de la forma en que lo hace. “Esta violencia no conseguirá doblegar al pueblo palestino, que seguirá luchando por su libertad y por su tierra”, remarca con contundencia.