Sin levantar la voz, Moreno se ganó el corazón de la grada
Transcurría el verano del 2000 cuando Vicente Moreno Perís, un centrocampista del fútbol modesto fichaba por el Xerez. Pepe Salado había apuntado su nombre tras ver el trabajo en la medular que estaba haciendo en las filas del Guadix, conjunto al que llegó tras un año en el Ontinyent y formarse en el filial del Valencia. El conjunto che era su equipo de nacimiento, pero con el tiempo, su corazón deportivo se convirtió en azulino. Nada más llegar se hizo con un sitio en el equipo.
Con humildad y discreción se fue ganando la confianza de los entrenadores, desde Máximo Hernández a Esteban Vigo pasando por Schuster o Lucas Alcaraz, por nombrar algunos de los técnicos que ha tenido en sus once temporadas como xerecista. Ayer se despedía con ese corazón azulino encogido por tantos recuerdos, por tantas emociones. Y es que, cuando el de Masanasa llegó a Jerez no pensaba que iba a vivir tanto en lo deportivo e institucional, con un master en problemas y líos de presidentes.
Defendiendo el escudo, del que ya forma parte, del Xerez ha jugado en campos de césped artificial en Segunda B, ha tenido que pasar por muchas fatiguitas en esas temporadas en las que se coqueteó con el descenso y probó las mieles de la Primera. No faltó a la historia en el partido del ascenso, donde fue goleador junto a Carlos Calvo. Y se enfrentó a Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao. Todo, de la misma forma que llegó, sin levantar la voz, pero dejando su impronta personal y deportiva. El seis que llevó en su elástica será inmortal. Ayer comenzaba la leyenda de un mito del xerecismo, Moreno.