Aquellas personas que estudiábamos en el colegio en épocas pre-democráticas, conocíamos la historia de Jacob y Esaú. Posiblemente a las gentes más jóvenes no les suene demasiado. La Biblia está repleta de formidables historias que han dado para mucho cinematográficamente hablando y pueden seguir haciéndolo inspirando tramas de todo tipo, porque en definitiva de la naturaleza humana se trata.
Pues e aquí que cuenta el relato de Jacob de cómo este le compró la primogenitura (toda la herencia de su padre que tenía bastante) a su hermano mellizo Esaú, pero primero en nacer, por un simple plato de lentejas. De este relato no se ha analizado suficientemente el papel de Rebeca, la madre de ambos, que hizo cumplir el injusto contrato, establecido entre Esaú y Jacób, mediante una hábil estratagema que no contaremos para que el lector curioso refresque su memoria o se ilustre por primera vez con la lectura de este pasaje bíblico.
No obstante esta historia nos sitúa en el ámbito de la negociación o del negocio. Porque de eso se trata, de la negación del ocio para obtener algo o cumplir con un objetivo. Los principios son sencillos hay alguien que posee un bien material o no y otro alguien que desea poseerlo, adquirirlo o utilizarlo. Si de elecciones se tratara unos, los muchos, tienen el poder y otros, los menos, quieren poseerlo y utilizarlo.
En esta sociedad que llamamos democrática se produce un acuerdo una venta o un negocio entre los políticos y los ciudadanos. Esta venta o negocio se materializa mediante un acuerdo que permite a cada cual obtener algo que desea. La ciudadanía, el cuidado y engrandecimiento de los bienes comunales; y los políticos, el apoyo para seguir gobernando.
Podemos establecer el símil de Esaú que vende sus derechos a heredar, todo lo que su padre posee, por un plato de lentejas que le ofrece Jacob de manera hábil y astuta. Parecía que el malo de la película fuese Esaú, y sin embargo al final de relato es Jacob el que acaba con los derechos de herencia por la hábil intervención de su madre Rebeca, que descaradamente engaña a su esposo y padre de sus hijos para que este le otorgue el derecho a heredar al segundo de ellos en lugar del primero.
Podemos argumentar a favor o en contra sobre esta treta o ardid de Rebeca para de esta forma hacer valer el derecho de Jacob a la herencia. Pero lo que sí es cierto es que fue Esaú el timado, ya que en lugar de recibir una invitación para compartir el plato de lenteja (Esaú llega del trabajo agotado, mientras Jacob está a punto de comerse un suculento plato de lentejas), recibe una envenenada oferta de “dame tu herencia por este plato”. Pero es más, su madre en lugar de deshacer este trato injusto e indigno de un hermano para con el otro, sanciona el fraude mediante el engaño haciendo pasar ante su esposo a Jacob como si fuese Esaú.
Más que inapropiado podemos tachar de abominable el comportamiento de la Madre (La poderosa burguesía) que ampara mediante mentiras y engaños el fraude propuesto por Jacob (programas electorales) a un simple Esaú (el pueblo) que perderá toda su herencia. No está tan lejos el relato bíblico de lo que viene ocurriendo en el presente. Como decía el creyente ¡Dios nos libre de tener una madre tan mala!.
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Elecciones políticas: Mi herencia por un plato de lentejas
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