El retail y el terruño

Publicado: 29/04/2024
A los rubios de IKEA les está pasando lo que a los franceses de Leroy Merlín hace un lustro
A los rubios de IKEA les está pasando lo que a los franceses de Leroy Merlín hace un lustro: que están flipando con las trabas administrativas y las mentirijillas entreveradas (desde lo público y desde lo privado) que les presentan para poder instalarse en Jaén. Muchos meses de retraso y fango, de medias verónicas y de hacerse el sueco. La desesperante lentitud de todo el proceso ha llevado a la firma escandinava a pensar en abandonar su proyecto de abrir en el Jaén Plaza un punto de recogida y planificación, que además verá recortada su superficie de manera muy notable. Finalmente lo abrirán después del verano, una vez aprobadas las modificaciones urbanísticas necesarias para la ampliación del local destinado a Primark (también con meses en barbecho) y el cambio de uso del de IKEA.

Hay más damnificados por los retrasos, y ya los del Leroy calificaron en 2019 como “condiciones leoninas” las del consistorio de entonces, un poco después de que Worten se diera a la fuga, mutada su esperanza en desesperación. El proyecto de mayor envergadura que al fin ve la luz es el de Cubiertos de Gloria, un novedoso espacio gastronómico con casi una treintena de locales de hostelería, con música en directo y amplia terraza: querían abrir a finales de 2022. Supongo que se está trabajando en deshacer el fárrago o pifostio que atenaza a nuestra administración, porque tampoco hay que leer a Proust para advertir que el tiempo perdido no regresa.

La otra cara de la moneda de la inacción es la del urbanismo comercial del centro de la ciudad. Causa desesperación comprobar cómo pasan los años sin que haya una actuación profunda y acertada en las principales calles para generar espacios agradables, estéticos, sombreados y ambientados. Por el contrario, nos encontramos con una calle y una plaza principalísimas que llevan patas arriba desde los tiempos de Noé por un proyecto ¡privado! (Simago), opciones de peatonalización que no se llevan nunca a término (bastaría colocar unos maceteros, mientras llega la pasta europea) o locales atiborrados de suciedad, papeles y envoltorios (calles Rastro, Arquitecto Berges, Doctor Eduardo Arroyo…): la verdad es que nunca he entendido por qué se multa tan rápido a los que paran el coche un momento donde está prohibido y no a quienes llevan meses y meses con sus escaparates llenos de mierda.

Pero el problema del comercio del centro de la ciudad es más complejo. El fin de la renta antigua hizo que el precio de los alquileres se disparara, y el auge de las ventas por internet nos ha llevado a un nuevo modelo de negocio y de sociedad. En el caso de Jaén, a estas causas hay que añadirles la de una mentalidad especuladora hasta límites de dudosa ética, principalmente gestionada por los coleccionadores de locales comerciales. Los pelotazos de la época del desarrollismo permitieron la acumulación de muchos de ellos en pocas manos, cuyos dueños no tienen nunca prisa por bajar los precios, confundiendo Roldán y Marín o Madre Soledad con Preciados o Larios. Hay que evitar que se devalúen —piensan— y, si no se alquilan en diez o quince años, siempre quedarán las subvenciones del olivar. No todos son hijos de este modelo carente del menor sentido de lo colectivo, pero conozco a gente que brindó el día en que ardió el Jaén Plaza, como si fueran la versión vernácula de unos bilduetarras, porque pensaba que iban a revalorizarse sus locales del centro.

Cuando aprendamos a luchar contra nosotros mismos y acabemos venciendo, nos irá mucho mejor. También cuando nos merezcamos una administración eficiente que sea capaz de controlar lo verdaderamente importante, y no frenar inversiones por su propia incapacidad.

 

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