Tengo la más completa seguridad de que muchos de quienes leen mis columnas se van a sentir altamente satisfechos con la noticia. Probablemente todos menos el interesado que ya le había cogido el gusto a esto del jubileo. Una información de Europa Press-Málaga, daba a conocer dos sentencias contrarias al ex alcalde de Benalmádena, el socialista Jesús Carnero.
En un caso por el nombramiento de un coordinador de seguridad en la policía local, en el otro por la denegación de la prolongación de la vida laboral a un funcionario. A mí, todo hay que decirlo, Benalmádena me coge muy lejos a estos efectos. Pero, fíjense, en Estepona ya tenemos dos casos en los que se ha denegado la prolongación de la vida laboral a funcionarios. Ambos casos, que curioso, afectan a funcionarios que se han opuesto frontalmente a las políticas del alcalde esteponero. Ambos, curioso también, fueron puestos como ejemplo por el alcalde esteponero en el momento de su llegada al cargo.
Entre la imposición de medallas metafóricas y el cese fulminante y denegación de prórroga de su actividad laboral mediaron, únicamente, informes contrarios a los intereses políticos del alcalde. De funcionarios ejemplares, honestos, de probada eficacia y dedicación plena a la institución, a poco menos que apestados y pasto de bocas sucias de jabalíes de montanera. Nunca pudieron llegar a pensar que trayectorias ejemplares de cuarenta años en la administración como las suyas pudieran llegar a estar en boca de personajes cuyo mayor cualidad conocida es el reguero de bellotas que dejan a su paso.
Claro es que, aunque a veces tarde, el tiempo termina por poner las cosas en su justo término. Lo malo es que la broma, la incapacidad, la inconsciencia y el desconocimiento del próximo candidato socialista a la alcaldía de Benalmádena la van a costar a ese Ayuntamiento, tan tieso o más que el nuestro, la nada despreciable cantidad de seiscientos mil euros, cien millones de las antiguas y, al paso que vamos, futuras pesetas. Y como las barbas de mi vecino veo pelar, en breve, los tribunales de lo contencioso fallarán en Estepona en el mismo sentido. Y establecerán una indemnización, la que sea, que deberemos pagar entre todos. O, a lo mejor, no. Porque cabe la posibilidad de que los afectados, en lugar de reclamar las indemnizaciones al Ayuntamiento, se los reclamen de forma subsidiaria a los que con su decisión arbitraria han sido responsables de la misma. Y no sólo la indemnización por los meses transcurridos y el perjuicio ocasionado sino, también, por los gastos ocasionados a la institución por los funcionarios encargados de su sustitución durante todo este tiempo.
No se pueden imaginar ustedes las ganas que tengo de que el contencioso, más aún después de esta sentencia, adopte las medidas cautelares solicitadas y reponga en su puesto al tesorero. Más incluso que él mismo. El momento en que solicite los documentos de pago de las nóminas de los últimos meses, los informes de la interventora municipal -.excelente profesional a la que han aburrido y ha terminado por salir pitando - los informes de su sucesor accidental y, todo juntito y bien ordenado, lo ponga en conocimiento de los órganos judiciales correspondientes. Porque algunos han debido pensar que tienen patente de corso. Que la justicia es unidireccional y que quién tira la primera piedra está libre de pecado. Y no, no es así. Más bien todo lo contrario.
En definitiva, que cuando volvíamos a sentir de nuevo la indignación ante la injusticia, la desesperación ante el maltrato absurdo e injustificado hacia personas que han servido lealmente a la institución, personas no en sentido abstracto, sino con nombre y caras reconocidas y queridas, ayer Félix Domínguez, en este caso Andrés Cintrano, la justicia se nos aparece y nos muestra su cara más amable a quienes todavía creemos en ella. Una justicia creíble, de calidad, transparente y eficaz, como la que todos deseamos, no puede tardar en acabar con el desatino que hoy es la moneda de uso más común en nuestra administración más cercana.
Entre la imposición de medallas metafóricas y el cese fulminante y denegación de prórroga de su actividad laboral mediaron, únicamente, informes contrarios a los intereses políticos del alcalde. De funcionarios ejemplares, honestos, de probada eficacia y dedicación plena a la institución, a poco menos que apestados y pasto de bocas sucias de jabalíes de montanera. Nunca pudieron llegar a pensar que trayectorias ejemplares de cuarenta años en la administración como las suyas pudieran llegar a estar en boca de personajes cuyo mayor cualidad conocida es el reguero de bellotas que dejan a su paso.
Claro es que, aunque a veces tarde, el tiempo termina por poner las cosas en su justo término. Lo malo es que la broma, la incapacidad, la inconsciencia y el desconocimiento del próximo candidato socialista a la alcaldía de Benalmádena la van a costar a ese Ayuntamiento, tan tieso o más que el nuestro, la nada despreciable cantidad de seiscientos mil euros, cien millones de las antiguas y, al paso que vamos, futuras pesetas. Y como las barbas de mi vecino veo pelar, en breve, los tribunales de lo contencioso fallarán en Estepona en el mismo sentido. Y establecerán una indemnización, la que sea, que deberemos pagar entre todos. O, a lo mejor, no. Porque cabe la posibilidad de que los afectados, en lugar de reclamar las indemnizaciones al Ayuntamiento, se los reclamen de forma subsidiaria a los que con su decisión arbitraria han sido responsables de la misma. Y no sólo la indemnización por los meses transcurridos y el perjuicio ocasionado sino, también, por los gastos ocasionados a la institución por los funcionarios encargados de su sustitución durante todo este tiempo.
No se pueden imaginar ustedes las ganas que tengo de que el contencioso, más aún después de esta sentencia, adopte las medidas cautelares solicitadas y reponga en su puesto al tesorero. Más incluso que él mismo. El momento en que solicite los documentos de pago de las nóminas de los últimos meses, los informes de la interventora municipal -.excelente profesional a la que han aburrido y ha terminado por salir pitando - los informes de su sucesor accidental y, todo juntito y bien ordenado, lo ponga en conocimiento de los órganos judiciales correspondientes. Porque algunos han debido pensar que tienen patente de corso. Que la justicia es unidireccional y que quién tira la primera piedra está libre de pecado. Y no, no es así. Más bien todo lo contrario.
En definitiva, que cuando volvíamos a sentir de nuevo la indignación ante la injusticia, la desesperación ante el maltrato absurdo e injustificado hacia personas que han servido lealmente a la institución, personas no en sentido abstracto, sino con nombre y caras reconocidas y queridas, ayer Félix Domínguez, en este caso Andrés Cintrano, la justicia se nos aparece y nos muestra su cara más amable a quienes todavía creemos en ella. Una justicia creíble, de calidad, transparente y eficaz, como la que todos deseamos, no puede tardar en acabar con el desatino que hoy es la moneda de uso más común en nuestra administración más cercana.