Los problemas que ocasionó en las fincas colindantes la caída de un muro medianero en Sagasta 96-98 continúan exactamente igual. Siete meses después de este suceso, que obligó en un primer momento a desalojar a una treintena de personas, nadie ha reparado aún las grietas provocadas en las casas anexas. Ni tampoco parece que los autores del desaguisado estén por la labor de hacerlo, puesto que las obras llevan paralizadas varias semanas y sus responsables no dan señales de vida.
Así lo ha manifestado a este periódico Manuel Quirós, el dueño de Pasquín 9, uno de los inmuebles más perjudicados por aquel derrumbe, junto al número 7 duplicado de esta misma calle y el 100 de la calle Sagasta. Estos tres edificios sufrieron los daños colaterales de una intervención urbanística donde se contemplaba la construcción de una docena de viviendas y un semisotano para garajes.
Entonces la promotora de la actuación, de nombre Promociones Eritea, se comprometió a asumir los realojos pertinentes y a subsanar los posibles desperfectos derivados del incidente (que no es el único de este tipo que se produce en el casco antiguo). La primera tarea la cumplió, la segunda sigue pendiente.
“No sabemos a quién dirigirnos”, sostiene Quirós, que afirma haber intentado ponerse en contacto varias veces con la empresa, “pero de dos meses hacia acá nadie me coge el teléfono”. “Es como si hubiesen desaparecido del mapa”, agrega. De ahí que haya denunciado los hechos ante su compañía de seguros para que “tome cartas en el asunto”.
Falta de actividadLa falta de actividad en Sagasta 96-98 lleva a los vecinos de la zona a temer lo peor. El presidente de la AVV Gades La Viña, José Lado, reconoce que en el barrio “muchos piensan que la promotora se ha arruinado y, por eso, ha tenido que dejar la obra”, algo por otro lado “habitual en estos tiempos de crisis”, añade.
En este sentido, recuerda cómo ya en octubre hubo que llamar a los Bomberos para que cortasen unas filtraciones de agua en Sagasta 100, cuyo origen procedía del solar en cuestión. “Fue cuando nos percatamos de que allí no trabajaba nadie”, puntualiza.
La sospecha de la quiebra es compartido por Javier López, inquilino de uno de los bajos de Pasquín 9, pues su piso presenta numerosas rajas en cada una de las habitaciones, como consecuencia del enorme socavón que apareció en la parcela de al lado.
Según dice, los arquitectos municipales notificaron en su día la ausencia de peligro y dieron garantías para volver a habitar la casa. No obstante, ni él ni su mujer se encuentran tranquilos en tales condiciones. Sobre todo --explica--, tras comprobar cómo “algunas grietas están aumentando de tamaño a una velocidad considerable”. Una información que ya ha trasladado al dueño y éste parece dispuesto a afrontar las reformas necesarias por su cuenta, a la vista de las circunstancias.
En cualquier caso, todo apunta a que el tema terminará dirimiéndose en los tribunales.