Hace unos días, celebré el fin de la semana del 8M. No porque me cansen las reivindicaciones feministas, que considero justas y con las que me siento identificado, sino por la pataleta permanente del patriarcado. Los que preguntan por el Día del Hombre, negacionistas de distintas realidades (violencia de género, brecha salarial y un largo etcétera), quienes consideran que ya no hay nada que reivindicar desde que la mujer salió de la cocina y demás fauna que ya conocen ustedes. No falta mucho para que otro ramillete de clásicos se vuelva a corear en respuesta reaccionaria al Orgullo LGTBI. Y así vamos pasando el año, entre polémicas según la efeméride que se esté conmemorando.
Entre medias, siempre hay alguna chorrada nueva. La última, que he conocido hoy mismo, es la de algunos profesores que pretenden cambiar la celebración del Día del Padre en las escuelas por el Día de la Familia o el Día de la Persona Especial (varía según el colegio y el personal docente). Y todo ha comenzado por un audio de Whatsapp enviado por un padre de Jerez de la Frontera y criticado con vehemencia por un referente intelectual y dechado de sabiduría como Bertín Osborne (está bien, rebajaré el sarcasmo). El otrora cantante tildaba de "locos enseñando a nuestros hijos" a los docentes que han tomado esta iniciativa (en el caso del audio en cuestión, una profesora) y animaba a los padres jerezanos a "sacar a vuestros hijos del colegio cagando leches". En fin...
El problema con todo esto es que no hay, realmente, ningún problema. Nadie está quitando el Día del Padre. Simplemente, se está ampliando la celebración para que los hijos de familias monoparentales, de familias LGTBI o aquellas en las que el padre ha fallecido puedan también celebrar la fecha en el colegio. Fuera del colegio, podemos seguir comiendo con nuestros padres, regalándoles las zapatillas y el frasco de Brumel como cada año. Algunos desean que hagan lo mismo con el Día de la Madre y, miren ustedes, también lo comparto. Así, todos los niños tienen dos celebraciones independientemente del modelo de familia en el que estén creciendo. Ninguno tendrá la ocasión de sentirse excluido o sin nada que celebrar en una fiesta concreta.
Lo curioso es la reacción que ha ocasionado una iniciativa que comprende, únicamente, el ámbito escolar y ni siquiera de forma generalizada. Algunos comentarios cargan contra las feministas, otros contra los colectivos LGTBI y otros contra todo el mundo al que se le ocurra tildar de progre. Sin embargo, ni siquiera los grupos políticos que cabría esperar han tenido nada que ver. Ha sido una iniciativa de unos cuantos profesores la que ha hecho que una intención inclusiva haya llegado a ser objeto de debate en televisiones de ámbito nacional. Tan absurdo como suena.
Esto me recuerda a hace un par de años, cuando se convocaron manifestaciones por toda España contra unos supuestos de la Ley de Educación que conocemos como Ley Celáa que ni siquiera la propia Ley recogía. Ni se iba a acabar con la educación concertada ni se iban a cerrar los centros de educación especial. Pocas veces he visto a tanta gente cabreada por algo que no iba a ocurrir de ninguna manera. Ahora ocurre algo parecido por una iniciativa escolar que ni siquiera es una tendencia generalizada. Es alucinante cuánta bilis puede mover una desinformación; desde el famoso perro Ricky de Sorpresa, Sorpresa había visto una reacción tan masiva a algo que nunca ocurrió. Y alguien sacará rédito de esto. Ya saben, hay auténticos expertos en encontrar donde no hay.
