La experiencia laboral atesorada por el nuevo director de Puerto I sale a relucir desde el primer momento en que se habla de política penitenciaria. Antonio Guerrero es una persona afable que tiene claro que el objetivo de las prisiones es la reinserción, que asegura que es posible incluso para los terroristas y que no es muy partidario de la cadena perpetua.
—¿En qué situación se ha encontrado Puerto I?
—En una buena situación. Para mí no era desconocido ni el sistema de trabajo y ni la situación y nomenclatura de Puerto I. He visto lo que me esperaba y no me coge nada por sorpresa. Estoy tomando contacto con el interior del centro que sí me era más desconocido. Visité el centro cuando se inauguró a principio de los 80 y desde entonces se han producido cambios. En cuanto al sistema de trabajo tengo la experiencia de Cartagena como centro de primer grado para internos inadaptados al régimen y al tratamiento penitenciario. Aunque aquí se ha evolucionado con mucha velocidad y para bien, sabía a donde venía.
—Se están realizando obras...
—Sí. Estamos rehabilitando la instalación eléctrica de todo el centro.
—¿Cuáles son los principales problemas de Puerto I?
—No diría que Puerto I tiene problemas. Se concibe para internos clasificados en primer grado, que afortunadamente son una minoría de los internos de todo el conjunto a nivel nacional. Ahora no llegamos a 200 internos que están aquí cumpliendo su condena o en situación de preventivos, pero nada más: son aquellos que no se adaptan a las normas y al régimen ordinario de los demás centros penitenciarios. Vienen aquí y algunos en cuestión de meses recuperan el segundo grado y se marchan a otros centros de régimen ordinario. Otros están más tiempo, son más recalcitrantes, no ven que tienen que cambiar y están aquí un año o año y medio, pero lo normal es que lleguen y la progresión al segundo grado no tarde, de hecho cada seis meses tenemos que revisar la clasificación de cada interno.
—¿Cuál es el interno tipo de este centro?
—Hay internos por delitos de terrorismo, que están abocados a venir a este centro a estar un tiempo cumpliendo sus condenas. El resto están condenados por asesinatos, robos,..., no sólo vienen los que están por delito de homicidio, también los hay por otros temas como malos tratos; el abanico de delitos es amplio. El perfil del interno responde a personas agresivas y violentas, que demuestra su violencia tanto con funcionarios como con autoridades externas de la prisión y con el resto de compañeros de reclusión. Impera el interno joven, aunque hay de todas las edades.
—¿Esto conlleva una política penitenciaria especial?
—La política penitenciaria es la de tratamiento y reinserción, que el interno se dé cuenta que tiene que cambiar en su actitud y comportamiento porque si no permanecerá aquí. Tarde o temprano se da cuenta. Son como todas las personas, la edad nos hace maduros y recapacitamos.
—¿Se ha encontrado con algún interno imposible de reinsertar?
—No. Aquí más que reinsertar buscamos el cambio de actitud da cara al tratamiento para que puedan ser progresados a otro grado y se marchen a otro centro donde puedan seguir con el tratamiento, las actividades, los cursos, todo lo que puede ayudar a que ese preso se regenere y se reinserte en la sociedad. Aquí es un interno de paso, de tránsito.
—¿Y con los terroristas?
—La política con los internos terroristas es otra. Es otro tratamiento en cuanto que no aceptan la norma y el tratamiento porque ellos creen que los demás estamos equivocados y ellos no. El centro directivo es el que marca la pauta y el que dice si el interno está en condiciones de poderse ir a otro centro penitenciario a seguir cumpliendo su condena o continuar aquí. Madrid es la que marca la pauta de seguimiento, observación y tratamiento del interno condenado por delitos de terrorismo. De cualquier forma, hay internos terroristas que se reinsertan, está demostrado. Se reinsertan aquí y fuera de aquí, se dan cuenta de que donde se metieron no tiene sentido, se dan cuenta de que estaban equivocados.
—Con esta situación, ¿en Puerto I la seguridad es lo principal?
—En las prisiones del Estado español, el tratamiento es primordial, pero siempre bajo el prisma de la seguridad. Todo el tratamiento que se haga y todas las actividades que se hagan o se puedan hacer están acompañadas siempre de la seguridad.
—¿La estructura del edificio y el hecho de que sea tan antiguo da seguridad?
—Se concibió este centro y con esta estructura de acuerdo con las ideas arquitectónicas que se tenían en aquel momento. Un centro penitenciario se construye y se utiliza, no se puede decir que se ha quedado obsoleto, desfasado y a los 20 años ya no vale. Se podrán hacer reformas, se remodelará, se harán obras nuevas, pero la seguridad siempre es un elemento que está ahí y siempre es reformable.
—Veo que a pesar de la experiencia sigue creyendo en la reinserción.
—En nuestro sistema penitenciario esto se asumió hace muchísimos años y es el pilar fundamental, lo recoge la Constitución. La idea primordial y el sustento de la institución penitenciaria es la reinserción del individuo a la sociedad; no hay pena que no se imponga con esa idea.
—¿Y la idea del castigo?
—Eso sí que está desfasado y obsoleto, y creo que además enterrado. Se demuestra que el castigo no mejora a la persona y sobre todo no recupera a la persona. El sistema que tenemos se basa en recuperar a la persona que un día cometió un error, que cometió un fallo en su vida, o ha podido cometer varios fallos en su vida, y lo que hay es que encarrilarlo y encaminarlo para que vuelva a la sociedad como una persona muy normal.
—¿Está a favor de la cadena perpetua?
—No soy el más indicado para decirlo. Las penas podrán ser más o menos cortas, de mayor o menor duración. En los países donde existe siempre hay revisión de esa pena, con lo que de ser perpetua la convierten en no perpetua. Ese debate está en el aire, pero son los expertos los que tienen que decidir si es viable o no. No soy muy partidario de la cadena perpetua.
—Usted ha trabajado en la prisión de Alahurín, famosa por los internos por corrupción en Marbella, ¿cuál ha sido su experiencia?
—Nos tocó la papeleta a los que estábamos allí. Si hubiera ocurrido cerca de aquí, les hubiera tocado a los de Puerto II. En la calle se puede pensar que el tratamiento con esas personas es especial y no es así. Es el mismo régimen ordinario que se aplica a todo el mundo y el reglamento no hace distinciones. Se pensaba que les llegaba la comida de la calle, pues no, comen la misma comida que el resto de los internos, utilizan el economato igual que el resto de los internos. Tampoco había habitaciones especiales para ellos, son las mismas celdas. ¿Dónde estaba Roca, dónde estaba Julián Muñoz? Estaban en las mismas celdas que ocupan otros internos. No han estado en un módulos especial para estar protegidos, han estado haciendo vida ordinaria en módulos con internos normales. Hay que tener claro que si entra una persona que se dice que es un personaje no tienes que darle la bienvenida y hacerle que se sienta como un preso especial. El trato desde el momento que pisa la prisión es el mismo para él que para el resto, los mismos trámites de ingresos, la fotografía, la ducha, y se le asigna una celda igual que a todo el mundo.