El tiempo en: Estepona
Miércoles 24/04/2024  

El cementerio de los ingleses

A vueltas con el 8M

En el caso de Daniel Alves, que se pidan pruebas psicológicas a la víctima no vaya a ser que por intentar recuperar su normalidad se desvirtúe su testimonio

Publicado: 07/03/2023 ·
11:21
· Actualizado: 07/03/2023 · 11:21
Publicidad Ai Publicidad Ai Publicidad Ai
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

VISITAR BLOG

El 8 de marzo ya está aquí y, con el Día de la Mujer, vuelven los viejos mantras contra las reivindicaciones feministas. Se sigue negando la violencia machista, la brecha salarial e, incluso, los casos de agresión sexual que actualmente están en el candelero mediático. Nada nuevo, a tenor de las últimas noticias y los comentarios de siempre en las redes sociales. Este año, además, parece ser que existe cierta división entre los sectores feministas, ya que existe un sector que no se entera de que las mujeres trans no son "hombres con tacones". Son las llamadas TERF. Comentemos todo esto.

La violencia machista sigue en el ojo del huracán por parte de los que siguen negándola. Desde aquel grito en sede parlamentaria de la veleta Olona antes de que le diera el viento andaluz, ha pasado algún tiempo. Los que tanto se quejan de que las medidas a tomar en caso de denuncia por violencia de género, al mismo tiempo dicen que hay muchas víctimas al año como para considerar útil la labor del Ministerio de Igualdad. Es decir, por un lado creen que se exagera y por otro piensan que mueren muchas mujeres. Que haya más muertes de mujeres contabilizadas en los últimos veinte años que
las que dejó el terrorismo etarra en cuarenta, no parece que se esté teniendo en cuenta. Queda mucho por educar en igualdad para que esta lacra desaparezca, si bien el camino será largo mientras haya quien no distingue entre educar y adoctrinar.

La brecha salarial sigue siendo otro caballo de batalla del negacionismo machista. Sin embargo, sigue existiendo. ¿Sus causas? En primer lugar, ocupan trabajos peor remunerados. Según ONU Mujeres, en sectores científicos y tecnológicos, las mujeres ocupan uno de cada cuatro puestos, mientras en el sector servicios ocupan la mayoría de los empleos. El mismo informe de ONU Mujeres refleja otra causa de la diferencia salarial, que son las jornadas a tiempo parcial: al asumir tradicionalmente las tareas domésticas y los cuidados de hijos y/o familiares dependientes, muchas empleadas tienen que recurrir a las jornadas a tiempo parcial para poder conciliar ambas facetas de su vida. Esa misma asunción de tareas y cuidados en el ámbito familiar dificulta la formación continua y el acceso a puestos de mayor responsabilidad que exigen una mayor disponibilidad. Aparte de ello, muchos empresarios siguen siendo reacios a la contratación de mujeres; las bajas médicas por embarazo, los permisos por maternidad (últimamente menos, dado que los padres pueden disfrutar de esos permisos hoy día) y dolencias específicas de las mujeres como la dismenorrea o las derivadas de la menopausia, hacen que contratar a una mujer sea visto como una contratación poco rentable o un riesgo que asumir. El principal argumento de los negacionistas de la brecha es que, a mismo puesto y horario, se da el mismo salario. Sin embargo, aún siendo cierto esto último, lo que hace que no se corresponda con la realidad son esas variables anteriormente mencionadas: ni siempre se ocupa el mismo puesto ni se ocupa durante las mismas horas.

Las agresiones sexuales siguen ocupando el foco mediático si tenemos en cuenta la tesitura actual. Los sectores que dicen ser ni machistas ni feministas, igualdad (es decir, machistas con vergüencita de decirlo) se siguen congrartulando de la aplicación torticera de la Ley de Libertad Sexual (la del sólo sí es sí) por una parte de la judicatura y de la reforma de la citada ley por el temblor de piernas del ala pesoísta del Gobierno. Una reforma inútil porque se verá afectada por la misma retroactividad que afecta al texto actual de la norma y peligrosa porque se pretende volver al modelo anterior y al gólgota
probatorio para las víctimas. No volverán las oscuras golondrinas sino los cuervos togados: "¿te resististe? ¿Cerraste bien las piernas? ¿Bebiste? ¿Qué hacías con minifalda a esas horas? Fue jolgorio y algarabía". O, como está ocurriendo con el caso de Daniel Alves, que se pidan pruebas psicológicas a la víctima no vaya a ser que por intentar recuperar su normalidad se desvirtúe su testimonio. Mujer (presuntamente) violada, mujer investigada. ¿Les suena? Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni dónde vestía.

Ahora, a todo esto, se suma el movimiento TERF. Aquellas que no consideran féminas a las mujeres trans. Esas que temen que ahora se puedan meter hombres en sus espacios tras cometer fraude de ley, como si a los agresores sexuales les hiciera falta tal cosa. Esas que afirman que la mujer es, no se siente. En realidad, es tan absurda su queja que se solucionaría cambiando aseos y vestuarios de hombres y mujeres por otra distinción partiendo de los genitales que se tenga. ¿No dicen que "sexo no es género"? ¿O el problema es otro? Con este movimiento TERF, los sectores conservadores
radicales (la gente de bien de Núñez Feijóo) se frotan las manos: el feminismo se encuentra una grieta provocada por fuego amigo con componente de transfobia. Y eso en pleno año electoral. Lo que queda claro es que hace falta más feminismo.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN