¿Es real la realidad? ¿Quién se haría esta pregunta? La naturaleza humana es tan, ¡tan compleja!, que el abanico de personas, y sus circunstancias, que se formulan tal interrogante puede ser amplísimo. Sin embargo, todas ellas podrían agruparse en dos grandes categorías: Gente que vive felizmente o que vive infelizmente. Quienes felizmente se sienten satisfechas con la vida que les ha tocado vivir se preguntan menos que quienes no lo están. No quiere esto decir que la curiosidad falte en entornos felices, pero ciertamente nada inquieta tanto como para emprender búsquedas existenciales.
Corren por las redes videos que contienen reflexiones sobre la “verdad”. Y los canales que los difunden propagan arengas y adoctrinamientos con intereses nada claros. Quienes los producen y promueven parten de una contradictoria evidencia, ya que para inocular su verdad promueven la duda sistemática de cualquier otra creencia que difiera de ella. -No creas lo que crees, cree lo que te digo. Las personas que se entretienen en estas redes quedan atrapadas -nunca mejor dicho- y muy probablemente padezcan desasosiegos y en ellas el grado de satisfacción con la cotidianidad debe ser bajo. Por eso buscan, y requeté buscan, para encontrar la paz y serenidad de que adolecen. Los poseedores de la “verdad”, del “camino”, que siempre es “el único”, siembran la duda en esas sus víctimas, induciéndoles a pensar que es mentira todo lo que hasta ese momento para ellas parecía verdad; inoculando la gran mentira de que solo existe una “única” una “definitiva” verdad: ¡La suya! ¿Realmente eso es así?
Situarse ante la “VERDAD” requeriría la pregunta de marras: ¿Es real la realidad?, por cierto, título muy ajustado del texto de Paul Watzlawick (1979), ya que todo pensamiento, sólo por existir, aunque sólo sea en la mente de quien lo genera, debe ser real. Desde la gran duda metodológica de Descartes, que falleció en 1650, y su genial respuesta “Pienso, luego existo”, poco más se ha avanzado en la búsqueda de “certezas o verdades”. Más allá de la rotunda certeza de que quien se pregunta duda, y de que la muerte llega, sí o sí, es muy difícil establecer verdades de este calado. Porque, aunque la realidad sea soñada, es evidente que la muerte acaba con el soñador y sus sueños. No obstante, la creencia en que la muerte no existe está muy, pero que muy extendida; y hay millones de personas que, en lo más profundo de su ser, están convencidas de que hay otra “vida” después de la que sea. Cielos, paraísos y reencarnaciones hasta llegar al “nirvana”, animan el ánimo (el alma, eso dicen) de quienes tienen FE. Cientos de años de disputas entre FE contra CIENCIA acabaron con un tácito acuerdo, por parte de las jerarquías eclesiásticas, de que ambas se desarrollan en plano distintos. Aunque existen religiones “negacionistas” que rechazan cualquier avance científico si no está en el “libro”. (Hay varios). Por su parte la mismísima ciencia sostiene sólo verdades “provisionales”, ya que todo saber científico debe estar sujeto a la comprobación y por tanto lo que hoy se afirma sobre casi todo, científicamente hablando, siempre está en “duda”, porque una demostración futura puede reorganizar el conocimiento y lo que hasta ese momento era un “axioma” deja de serlo. La Ciencia dejó de intentar demostrar la existencia, o no, de los dioses, porque quienes a la ciencia se dedican, o se encuentran más allá de esa pregunta, o están convencidos de que la humanidad precisa de remedios que tienen mucho que ver más con aquello del “mazo dando” que “a dios rogando” y más con “dar trigo” que predicar. Algo se ha aprendido, a fuerza de millones de muertes por hambrunas y epidemias, de que el remedio para salvar vidas está en la medicina y no en el templo.
Y si es cierto y verdadero que todos los seres humanos dudan y de que verdades absolutas podrían ser sólo dos (La muerte y el existo porque pienso) ¿Por qué hay personas que se creen casi todo? Alguien dirá: -¡ya empezamos preguntando! Por curiosidad o por necesidad angustiosa ¿hay algún ser humano que no se haga preguntas? Sin embargo, lo evidencia de lo cotidiano permite afirmar que, en el día a día, las gentes se conducen entre “certezas para andar por casa” que ayudan a vivir. Que cada cual crea y piense en lo que libremente desee, eso sí: sin pretender imponerlo a las demás personas. Posiblemente en esto hay un consenso generalizado y si eso fuese así, ¿por qué se imponen en los espacios públicos ritos y tradiciones que sólo profesan una parte del común de los mortales? ¿Por qué los calendarios que regulan el tiempo de trabajo, de descanso, de vacaciones, de todas las personas, están determinados por una determinada creencia religiosa? ¿Por qué con impuestos recaudados de todas las personas, con independencia de su razón, religión, sexo o condición, se pagan los sueldos de “adoctrinadores” de una determinada creencia? Las respuestas a estos interrogantes ¿formarán parte de la única verdad posible? Lo evidente es que impuestos se recaudan, que las clases de religión en los centros educativos se pagan con esos dineros, que cada calendario se nombra por el año, después del “nacimiento del mesías”, que cada año fija las vacaciones escolares en Semana Santa, en Navidades, así como fiestas “Nacionales”. Eso forma parte de la realidad real en la que cada cual vive con sus “incertidumbres y certezas”. Llegados a este nivel se podría afirmar que ¿Al menos una parte de la realidad es real?
Fdo. Rafael Fenoy Rico