Nos movemos tras la verdad, pero ¿qué verdad? La verdad es como una lámpara en la oscuridad que atrae a la mente. Pero cada razón en cada momento tiene su verdad, que a veces no se parece en nada con la del vecino o incluso entra en contradicción con ella. Más bien puede ser que sólo sea una orientación que las circunstancias le llevan a tomar a la mente del hombre. ¿No existe la verdad absoluta, la que está fundamentada fuera de nosotros? Pues puede que no.
Existen verdades sociales, llevadas en grupo, en cuanto que las mentes individuales se centran en el mismo objetivo, en la misma lámpara, y es verdad del grupo mientras persista esta coincidencia. Las verdades sostenidas en un colectivo son más difíciles de derribar, es fácil de suponer.
Es lo que se llama tradición y que son el espíritu de las sociedades: las creencias y las costumbres forman la etnia con que se distinguen unas de otras en fronteras invisibles.
Las sociedades no son de por sí una garantía de convivencia; unen a los individuos que contienen pero no aseguran vecindad con otras en las que otros individuos aceptan otras razones. Mirad cómo las verdades tan cacareadas en las filosofías pueden servir de disolventes de humanidad. La humanidad es el gran saco donde estamos todos los grupos sociales y dentro de la que conviene organizar el gran consenso. Pero no hemos logrado nunca sentarnos occidente, africanos y asiáticos para pactar un gran acuerdo que resuelva para siempre diferencias. Esto llevaría consigo un juez común y universal que dirimiera casos pero hasta ahora ha sido imposible. Veremos si la aldea global fruto de avances de comunicación trae consigo este regalo, que es lo que está haciendo falta con urgencia.
Como no lo consigamos, el futuro se puede poner muy serio con continentes emergiendo en una disparidad difícil de conjuntar por pasados de injusticia.
Puede que sea este el problema principal de nuestros tiempos, librarnos del propio hombre, y que se presenta un tanto esperanzador con un Presidente 'humano' en la potencia que lo encabeza. Hasta ahora todas las sociedades han presentado un defecto de base importante, la falta de humanidad interna por minorías que se imponen a las mayorías para someterlas, y externa por llevar los mismos criterios a los grupos vecinos. Han surgido suficientes conflictos como para que ya hubiéramos aprendido la lección. Mientras no logremos controlar las ideologías, creencias en sentido lato desde un aspecto antropológico, tendremos sobre nuestras cabezas la amenaza del mito del paraíso, que prefiero escribirlo sin mayúsculas.
El hombre no se salvará sino a la luz de su razón, buscando una verdad colectiva, de consenso, la verdad que salve el futuro analizando el presente con objetividad y clarividencia. Pero da la sensación de que nadie se mueve siguiendo este sentido. El hombre tiene criterios insospechados y a veces se planta como un burro en el camino. Guárdenos Dios de estos hermanos plenos de sabiduría que sin admirar a nadie, se entregan a su ombligo que es el fruto de la ignorancia. Guárdenos Dios de no compartir verdades, de no hacer vida en consonancia llevados por la lámpara del humanismo que señala la salida. Cada individuo es una fortaleza de libertad donde crece la dignidad humana; el individualismo es una alineación contradictoria que destruye el conjunto. Sólo una marcha en armonía complementa los impulsos socializando la vida. Sólo la verdad compartida. La Paz.
Existen verdades sociales, llevadas en grupo, en cuanto que las mentes individuales se centran en el mismo objetivo, en la misma lámpara, y es verdad del grupo mientras persista esta coincidencia. Las verdades sostenidas en un colectivo son más difíciles de derribar, es fácil de suponer.
Es lo que se llama tradición y que son el espíritu de las sociedades: las creencias y las costumbres forman la etnia con que se distinguen unas de otras en fronteras invisibles.
Las sociedades no son de por sí una garantía de convivencia; unen a los individuos que contienen pero no aseguran vecindad con otras en las que otros individuos aceptan otras razones. Mirad cómo las verdades tan cacareadas en las filosofías pueden servir de disolventes de humanidad. La humanidad es el gran saco donde estamos todos los grupos sociales y dentro de la que conviene organizar el gran consenso. Pero no hemos logrado nunca sentarnos occidente, africanos y asiáticos para pactar un gran acuerdo que resuelva para siempre diferencias. Esto llevaría consigo un juez común y universal que dirimiera casos pero hasta ahora ha sido imposible. Veremos si la aldea global fruto de avances de comunicación trae consigo este regalo, que es lo que está haciendo falta con urgencia.
Como no lo consigamos, el futuro se puede poner muy serio con continentes emergiendo en una disparidad difícil de conjuntar por pasados de injusticia.
Puede que sea este el problema principal de nuestros tiempos, librarnos del propio hombre, y que se presenta un tanto esperanzador con un Presidente 'humano' en la potencia que lo encabeza. Hasta ahora todas las sociedades han presentado un defecto de base importante, la falta de humanidad interna por minorías que se imponen a las mayorías para someterlas, y externa por llevar los mismos criterios a los grupos vecinos. Han surgido suficientes conflictos como para que ya hubiéramos aprendido la lección. Mientras no logremos controlar las ideologías, creencias en sentido lato desde un aspecto antropológico, tendremos sobre nuestras cabezas la amenaza del mito del paraíso, que prefiero escribirlo sin mayúsculas.
El hombre no se salvará sino a la luz de su razón, buscando una verdad colectiva, de consenso, la verdad que salve el futuro analizando el presente con objetividad y clarividencia. Pero da la sensación de que nadie se mueve siguiendo este sentido. El hombre tiene criterios insospechados y a veces se planta como un burro en el camino. Guárdenos Dios de estos hermanos plenos de sabiduría que sin admirar a nadie, se entregan a su ombligo que es el fruto de la ignorancia. Guárdenos Dios de no compartir verdades, de no hacer vida en consonancia llevados por la lámpara del humanismo que señala la salida. Cada individuo es una fortaleza de libertad donde crece la dignidad humana; el individualismo es una alineación contradictoria que destruye el conjunto. Sólo una marcha en armonía complementa los impulsos socializando la vida. Sólo la verdad compartida. La Paz.
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