No me gusta esa fiesta. Reconozco que incluso me pone de mal humor. No quiero entrar a exponer mis motivos, ya que cada uno tiene su opinión y todas me parecen igual de respetables. De todas formas, me parece que la programación en Barbate para celebrar el dichoso Halloween se ajusta bastante a la realidad que vivimos en el pueblo.
Por un lado, reaparece con fuerza en esta fiesta de fantasmas uno que ya nos visitó hace años, el del especulador. Ese dañino personaje que vino en la década de los ochenta con las manos llenas de tesoros en forma de traicioneras urbanizaciones. Nada, por tanto, más clásico para estas fechas tan parapsicológicas que se avecinan.
También es muy original, a la vez que oportuna, la idea del hotel zombi. Además, se podría ubicar en varias zonas. Desde la lonja vieja hasta el descampado del Zapal o frente al puerto pesquero ¿Será por sitios? De todas formas, me inclino a pensar que se situará frente a Rajamanta. Allí donde no hace mucho que, como por arte de magia, un solar abandonado se convirtió en hotel de lujo de la noche a la mañana para volver a desaparecer a los pocos días. Ese escenario, por lo tanto, me parece ideal para el tétrico establecimiento.
¡Lo vamos a pasar de miedo!
Y aún quedaría el espectáculo estrella, el siniestro aquelarre. Lo malo es que estas maléficas reuniones se producen en los últimos meses con más frecuencia de la que muchos desearíamos. Los brujos y brujas actuales no llevan capas ni sombreros, la vestimenta es lo de menos. Lo importante para estos personajes es cambiar las ya obsoletas pócimas por suculentas comisiones.
El bosque mágico donde pretender campar a sus anchas es uno de nuestros tesoros más preciados. En esa estamos este año a las vísperas de un Halloween que amenaza con hacer desaparecer a nuestra hermosa e inigualable Breña.
Por eso incluso estaría dispuesto a cambiar mis preferencias y relegar al Carnaval a un segundo plano para declarar públicamente que prefiero la denostada e insulsa fiestecita de octubre. Todo lo que haga falta para evitar la muerte de la Breña.
Curiosamente, hasta los nombres de los demonios se adaptan a los nuevos tiempos. Si antes se adoraba a Lucifer o Belcebú, ahora, al menos en nuestro pueblo, la amenaza más diabólica se denomina Següesal.
Como le cantaban a la antigua alcaldesa de Cádiz: “ Teo, Teo, Teo, que hasta el nombre lo tienes feo”.
NO A LA DESTRUCCIÓN DE LA BREÑA.