No resulta exagerado hablar de Ribera Baja como la nueva Arcadia alcalaína. Ese mito bucólico de lugar retirado, donde vivir en paz y armonía en la sencillez del campo alcanza un sentido cierto en esta aldea lamida por las rumorosas aguas del río Velillos. En su paisaje encalado de huertas y calles estrechas, el viajero haya algo de aquella comunión con la naturaleza esencial que ya relató Henry David Thoreau en el siglo XIX. La apuesta por el turismo rural no es aquí nueva, pero sí está viviendo un importante salto de calidad en los últimos tiempos. El buen hacer de una serie de propietarios, con la recuperación de casas a veces integradas de manera singular en la orografía del terreno, ha incorporado recientemente varios alojamientos en los que todo parece cuidado, mimado incluso hasta el detalle para hacerlos especiales, acogedores y únicos, llamados sin duda a dejar una honda huella en sus visitantes.
Casa Manuela es uno de los más representativos ejemplos de esta apuesta por crear alojamientos rurales de calidad en la aldea. Su propietario, Jorge López Peña, nos relata que el proyecto surge de “un sueño que tenía en mente desde hace mucho tiempo. Tanto mi familia como yo emigramos en los años setenta para trabajar como carpinteros de la madera. Volvimos al pueblo tras casi cuarenta años de ir y venir a trabajar afuera. Pensamos entonces en montar un alojamiento rural con un toque balear y con una rehabilitación con mucha ilusión y ganas”.
Para la obra y la restauración se ha contado con un gran equipo de profesionales, formado en su totalidad por empresas locales. “Tenemos que dar las gracias a nuestro constructor, el frailero Custodio Serrano, maestro de obras especialista en obra antigua, así como a su oficial albañil Gabriel Muñoz, así como a mi padre Santiago López, que hemos sido los artífices de esta construcción. El proyecto técnico ha correspondido al arquitecto alcalaíno Juan Pedro Montijano, gran veterano en la arquitectura alcalaína. Gracias a este equipo todo ha sido mucho más fácil, a pesar de tratarse de una casa con más de cuatrocientos años de antigüedad”.
Seguramente lo que hace más especial a Casa Manuela es la elegante presencia constante de la madera. “La madera es nuestra pasión, por lo que las carpinterías y el mobiliario están realizados por nosotros. Toda la madera es nacional, procedente de la Sierra de Cazorla y Soria. Creo que le aporta un toque artesanal, y le da calidez y categoría”, asegura Jorge.
Como ya se ha apuntado, la casa no está exenta de historia. Era una antigua cantera de piedra, y de este lugar se sacaba a mano la piedra para hacer las casas del pueblo. Hay que recordar que muchas casas de Ribera Baja están construidas en tajos de piedra natural, paredes en las que se excavaba para construir las viviendas. El hábitat proporcionaba un ambiente cálido en invierno y fresco en verano, como sucede en otras partes de la geografía nacional donde existen este tipo de edificaciones sobre la roca. La casa fue una típica vivienda agrícola, que vivió la intensa actividad que había en la pequeña vega.
Tras ser adquirida recientemente por la familia López Peña, la transformación ha sido total. Hoy, como alojamiento rural, cuenta con capacidad para 14 personas y tiene siete dormitorios de varios formatos, varios salones. Uno de ellos se sitúa en una cueva con forma de bóveda en la que se creado un amplio salón comedor verdaderamente singular. Según asegura su propietario, familias y grupos de amigos en busca de descanso y relax están siendo, por el momento, los clientes más habituales.
Otro ejemplo muy ilustrativo de este pequeño boom de nuevos alojamientos en Ribera Baja está representado por La Camarilla, casa rural propiedad de José López Rosales y Mireia Pey, quien nos relata la génesis de este proyecto. “Hace como treinta años le comentaba a mi padre que la casa de la Ribera me gustaría ponerla de turismo rural en un futuro. Por aquella época en la zona no había apenas turismo de ningún tipo, pero nosotros, que vivíamos en Barcelona, íbamos mucho de casa rural al Pirineo y le veíamos posibilidades a la casa y a la Ribera Baja. Pero esto era solamente una ensoñación en esa época ya que la casa era de mi padre y él siempre nos decía que quién iba a ir a la Ribera de turismo...”
“Hace cinco años y medio, al morir mi padre, le compré su parte a mi hermano y el proyecto que siempre había tenido en mente se empezó a materializar. En septiembre de 2017 empezamos a buscar empresas de reforma y a restaurar los muebles antiguos originales de la casa, casi como de prueba, ya que nunca habíamos hecho nada parecido y poco a poco vimos que era una afición que nos gustaba y que el resultado era el que buscábamos”.
“La obra verdaderamente comenzó en verano de 2019, alargándose hasta finales de 2020. La dificultad más importante a la hora de llevarla a cabo ha sido la distancia, ya que vivimos a más de 1000 kilómetros. La obra tuvo un paro importante de varios meses debido a la pandemia y en ese período estuvimos seis meses sin poder venir. Durante el año 2021 hemos estado viniendo cada mes y medio, para buscar mobiliario, decorarla y ultimar todos los detalles”, cuenta José.
El resultado ha sido realmente hermoso. “La ubicación de la casa y su integración con el terreno me parece fascinante. La casa, arquitectónicamente y en cuanto a estructura está exactamente igual que en su construcción, hace más de cien años. Toda la reforma se ha efectuado intentado siempre guardar la esencia de la casa”. Como casi todas las casas, cuenta con su historia. Según explica su propietario, “Cuando se construyó la ermita en 1910, al lado ya estaba el Cortijo de La Camarilla. El cortijo se dividió en dos casas, que el propietario repartió entre sus dos hijas. Mi padre la adquirió al poco de casarse sobre el año 1953 y allí nací y vivi tres meses, hasta el año 1963, año en el que por motivos profesionales de mi padre nos trasladamos a vivir a otra población con el consiguiente deterioro de esta, por no estar habitada. En 1983, cuando pusieron el agua corriente en la aldea, mi padre le hizo una reforma y ellos pasaban allí los veranos”.
La Camarilla es ahora, una espléndida casa rural, con dos entradas, una por la parte de delante, que da a la placeta de la ermita, y otra en la parte de detrás y a un nivel inferior. La entrada principal, que es la que da a la ermita, tiene un patio flanqueado por dos parterres con árboles frutales, un rosal, adelfas y enredaderas. Esta entrada da a la planta primera, accediendo al salón-comedor, seguido de una cocina independiente, con salida directa a la terraza. En esta planta también hay un dormitorio con una cama doble, un dormitorio con dos camas individuales y un aseo.
La segunda planta consta de un dormitorio con una cama doble y un baño integrado, un dormitorio con dos camas dobles y un baño. Además tiene una extensa zona exterior con áreas de descanso y barbacoa que dispone de zona de trabajo, otra cocina con salón-comedor y chimenea, la cueva para meditar y relajarse y piscina para disfrutar al aire libre.
A pesar de su reciente apertura a su uso turístico, la respuesta está siendo realmente buena. “La casa lleva muy poco tiempo (desde principio de marzo) publicitándose en una plataforma de alquiler vacacional, pero nos ha sorprendido la buena acogida que está teniendo. El perfil de personas interesadas en alquilarla es muy variado, principalmente familias o grupos de amigos adultos, tanto españoles como de otros países de Europa, a los que les encanta la casa y quieren disfrutar de unos días de desconexión y tranquilidad en un entorno privilegiado como es la Ribera Baja”.
Buen gusto, diseño, respeto por el entorno y por la historia, preocupación por el confort y un emplazamiento pintoresco e inigualable hacen de estas nuevas viviendas turísticas un aporte de calidad para la oferta turística del municipio al que, sin duda, seguirán otros muchos.