En un encuentro con periodistas con motivo de su recital en el Teatro Real, en el que ha interpretado, dirigida por Jesús López Cobos al frente de la Sinfónica de Madrid, arias de su nuevo disco, Verismo (Decca), y piezas de Strauss, Fleming responde con desparpajo a todas las cuestiones, excepto a la que indaga en su opinión sobre el que será el nuevo intendente del coliseo madrileño, el belga Gérard Mortier, con el que coincidió en París.
“No comment”, responde, y con eso alimenta la leyenda de que no es precisamente afecto lo que les une.
Para rematarlo opina que, si bien es “absolutamente cierto” que la Ópera de Nueva York había prometido a Mortier “un dinero” para que se incorporara en 2009 y que la crisis económica lo cambió todo, teniendo en cuenta que la situación “era la misma en todas partes y que por su causa ya se habían hecho cambios bestiales en el teatro”, debería haberse quedado allí y no aceptar la oferta del Teatro Real.
“Otro se habría adaptado y habría sacado adelante su proyecto de la forma que fuese”, subraya.
Con 51 roles en la cuenta, Fleming está convencida de que el público “se ha cansado de lo italiano y que busca nuevas cosas” por eso, entre otras razones, dice, ha terminado “definitivamente” con la Traviata y con Manon Lescaut y ahora hará Lohengrin o La viuda alegre.
Le gusta cantar en España, donde el público es “deliciosamente cálido y agradecido”, pero no hay muchas probabilidades de que Fleming acepte cantar en el Real una ópera, porque una producción “lleva demasiado tiempo”, y tiene dos hijas a las que quiere atender de cerca.