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Lo que queda del día

¿Debe dimitir Saldaña?

¿Estamos ante un delito imperdonable o ante un error personal en el que ya han caído otros políticos sin mayor agravante que el del pago de una multa?

  • Antonio Saldaña en rueda de prensa -

Hay preguntas que no admiten un sí o un no por única respuesta, por muy concluyentes que sean sus monosílabos. Pongamos por caso: “¿Debe dimitir Antonio Saldaña de todos sus cargos después de haber sido denunciado por haber triplicado la tasa de alcoholemia mientras conducía su vehículo?”. Ya sabemos que hay un “sí” contundente; el de toda la militancia del PSOE, que considera impropio de un cargo público la comisión de un acto ilícito de este tipo, sobre todo si se trata de alguien del PP.  Y, de momento, solo conocemos un “no”, el del propio Antonio Saldaña, que ha reconocido que se niega a dimitir después de admitir su equivocación y pedir perdón, puesto que sus compañeros de partido guardan cerrado silencio sobre el asunto -¿qué otorga el que calla?: ¿el sí o el no?-. Hay silencios que pesan como una losa, pero también los hay que invitan al olvido.   

El PSOE se apoya en el Código Penal; Saldaña en la circunstancialidad de una equivocación. ¿Cuál debe prevalecer sobre la otra? ¿Estamos ante un delito imperdonable o ante un error personal en el que ya han caído con antelación otros políticos, incluidos algunos socialistas, sin mayor agravante que el del pago de una multa? ¿Actuaría el PSOE ahora mismo contra alguien de su partido con la misma diligencia que pide al PP contra Saldaña ante hechos idénticos? ¿Si el denunciado hubiese sido un concejal del PSOE, acaso no estaría reclamando Saldaña su dimisión en este momento? El debate en torno a la corrección política está tan viciado, y deja tan en evidencia a los propios partidos, que si me dieran 20 euros por cada vez que he tenido que escribir una crónica en la que algún político ha pedido la dimisión de otro, ya tendría garantizados los ahorros para la jubilación, si es que llega algún día.

Sin esa estratégica banalización del ejercicio y las conductas políticas, ahora mismo sobrarían las preguntas y las discusiones sobre lo que cabría esperarse como consecuencia de lo ocurrido este pasado jueves en Jerez, ya sea para el sí o para el no, pero la experiencia determina que ni siquiera los propios partidos son capaces de afrontar este tipo de deliberaciones con previsión, salvo la concerniente al calculadismo del rédito electoral, que puede serlo también de oportunismo interno, como quien aprovecha para cambiar una decoración con la que no estaba a gusto.  

Por eso mismo, las miradas están depositadas ahora en la dirección provincial de los populares, porque parece no estar reglado cómo actuar ante un imprevisto de esta dimensión, y en la evaluación de daños no se atiende solo al atestado redactado por la Policía local o al arrepentimiento público de Saldaña, sino a la de su trayectoria en el partido y a las consecuencias derivadas de su posible destitución, o no, sobre el futuro del PP en Jerez, puesto que incluso con un apoyo público y expreso a su continuidad se enfrentan a un escenario político seriamente adverso para el propio portavoz a nivel local y provincial -por mucho que no se achante ante cualquier adversario-, y que se verá agravado una vez que se conozca la que, parece, será la sanción correspondiente. Y sin olvidar que en el PP pesa asimismo lo ocurrido recientemente en Badalona, aunque insista Saldaña, y no sin razón, en que su caso no puede equipararse al extremo del ya exalcalde socialista, puesto que él siempre mostró una actitud colaborativa; pero, diferencias al margen, no hay que olvidar que su partido acaba de recuperar una alcaldía a partir de la dimisión de un alto cargo que conducía ebrio y al que el PSC dejó sin militancia. Todo muy reciente e inconveniente. 

Saldaña siempre me ha parecido un político de perfil alto, un trabajador incansable y entregado, con muchas más virtudes que defectos, firme aspirante a despachos ministeriales hasta que alguien le movió la silla y tuvo que reconducir su destino político, pero sin renunciar a un futuro siempre prometedor. El audio de esta semana excusándose por los hechos y escudándose en una importante comida de trabajo, podría servir como confesión antes de misa de 12 en busca de un perdón accesorio, pero no como descargo ante los demás, como si no le hiciera falta siquiera hacerse la gran pregunta, e incluso convencernos con su respuesta.

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