Cuando el presidente del Gobierno anunció el estado de alarma, la psicóloga de Cruz Roja especializada en violencia de género Noelia Bada tuvo claro que seguiría asistiendo a las víctimas y que lo haría con "más esmero" del habitual porque necesitan "serenidad" y aliento durante el confinamiento y saber que la lucha contra el maltrato no decae.
Desde hace 16 años, Bada presta asistencia psicológica a víctimas de violencia machista para que puedan recuperarse de las secuelas del maltrato y, a pesar de la crisis sanitaria, no dudó de su deber: "En ningún momento me planteé no venir a trabajar. Sabía que tanto mis compañeros como yo íbamos a estar ahí", explica a Efe.
Transmitir tranquilidad, imprimir serenidad y dejar claro que los recursos contra la violencia de género siguen funcionando es clave, defiende.
"Las víctimas se merecen que los profesionales estemos trabajando al cien por cien. La violencia de género es una situación que vulnera los derechos esenciales de las personas y hay que luchar desde todos los ámbitos. (...) Igual que estamos luchando contra el coronavirus, que vamos a conseguir vencerlo, tenemos que luchar contra la violencia de género", subraya la psicóloga.
Cruz Roja sigue funcionando, al igual que otros dispositivos de atención a víctimas -incluido el 016, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los jueces- y Bada considera crucial que las mujeres lo sepan: "Nosotras seguimos trabajando y haciendo la labor día a día, incluso con más esmero".
En los casos en los que las mujeres no puedan trasladarse, se han puesto en marcha medios telemáticos para atenderlas.
La psicóloga reconoce que esta situación es complicada para todos porque "no estamos acostumbrados a que nos digan que tenemos que estar confinados", pero en un contexto de maltrato la convivencia intensa puede derivar en situaciones de violencia agravada.
"El estar confinado en casa puede dar cierta sensación de impunidad y de control al agresor", destaca, y el ciclo de la violencia puede acelerarse, con las denominadas fases de "luna de miel" más fugaces.
Bada pide a las víctimas que se hagan un plan de seguridad, que tomen "medidas muy básicas" teniendo en cuenta que la convivencia prolongada por el confinamiento puede "complicarse".
La psicóloga reconoce que es difícil pedirle a una persona que tiene que convivir con su agresor 24 horas que se proteja e intente sobrellevar las situaciones de estrés y ansiedad.
"Que el agresor no agreda o se tranquilice no depende de las víctimas, ellas no pueden cambiar la situación. Lo hace porque la quiere agredir o controlar", aclara Bada.
Ese plan de seguridad debe incluir el tener siempre a mano y cargado el teléfono móvil, guardar en la agenda el 016 y otros teléfonos de emergencia para, ante un estallido de violencia, poder ponerse en contacto con la policía.
Bada recomienda que en momentos de ahogo hablen con familiares o amigos por teléfono y que utilicen las redes sociales, que también pueden ser una vía para pedir ayuda.
Como el estar en el domicilio puede complicar pedir ayuda, la terapeuta insta a dirigirse a las fuerzas del orden o a otras personas cuando las víctimas puedan salir a hacer la compra.
Además, "los familiares y vecinos tenemos que estar atentos y ante la más mínima sospecha, denunciar".
La psicóloga recuerda que hay muchos recursos que puedan ayudar a las víctimas, aunque sientan que no están preparadas para dar difícil el paso de denunciar: "Que llamen a los teléfonos de ayuda, quizá no quieran denunciar, pero va a encontrar comprensión y desahogo que la pueden ayudar a ir dando pasos".
"No somos la familia, pero la vamos a entender y vamos a intentar ayudarla. Los profesionales tenemos que ser cercanos", insiste.
Bada es pura calma, a pesar de la adversidad: "Como profesional tienes que inspirar cierta tranquilidad, imprimir serenidad para que la cosa fluya lo más posible. Evidentemente hay que trabajar para parar el maltrato", zanja.