El pasado lunes, a eso de las siete de la tarde, tuve necesidad de solicitar un taxi. Como comprobarán, no era una hora extraña ni existía en la ciudad, en ese momento, algo que impidiera utilizar ese medio de transporte con cierta celeridad. Acudí a la parada que tengo más cercana a mi domicilio y como suele ser habitual, no había ningún vehículo disponible. Marqué desde mi móvil el número para solicitar ese servicio, recibiendo la habitual respuesta de la operadora: “va para allá”. Pasaron algo más de diez minutos y realicé una nueva llamada interesándome por el servicio solicitado. La respuesta fue algo así como “no hay disponibles en la zona…”. Me armé de paciencia y volví a esperar otros diez minutos más. Ya iban veinte. El tiempo comenzaba a apurarme, pues iba a llegar tarde al lugar al que me tenía que dirigir.
Pasado este segundo intervalo de diez minutos me interesé nuevamente por el servicio. Parece que no existía ningún vehículo en ese momento que pudiera atender mi solicitud, ya que la operadora me indicó que “ningún compañero está libre”. Anulé la petición y a través de la aplicación de mi teléfono solicité un VTC. En sólo cuatro minutos estaba montándome en el mismo. Ahorro los detalles de calidad del vehículo, limpieza o atención, porque quizás ustedes ya saben de esto tanto como yo.
¿No había ningún taxi libre a esa hora en toda la ciudad? Permítanme que lo ponga en duda.
No sé quién será el responsable o responsables de que estas cosas sucedan. Ignoro si el número de taxis en Sevilla es escaso o no acorde a la demanda existente. Cuando necesito un transporte de este tipo lo que busco es que me den el servicio, con una mínima garantía de calidad y un precio razonable. Si a esto le añadimos que el colectivo de taxis llega a paralizar a una ciudad en el ejercicio de la reivindicación de sus derechos; que hay que soportar tarifas que creo son abusivas (caso de un servicio al Aeropuerto de San Pablo); y que su actitud de lucha contra las empresas VTC alcanza unos límites de violencia que para nada son tolerables, no es extraño en absoluto que los taxistas vean mermado su negocio.
La opinión pública comienza a estar cansada de este colectivo que ha perdido las formas. Madrid ha sido un caos, al igual que Barcelona y al igual que lo fue Sevilla y otras capitales no hace mucho tiempo. Los servicios mínimos, en este tipo de casos, brillan por su ausencia. Y el miedo a que una pedrada o algo peor a un VTC pueda causar un accidente cuando eres usuario es algo que juega en su contra.
Así, permítanme el consejo señores taxistas, no llegan ustedes a ningún sitio.