La Agencia Espacial Europea prueba estos días en Lanzarote robots, herramientas y equipos de comunicación que los astronautas utilizarán dentro de una década en la Luna, desarrolladas para llevar al siglo XXI la tecnología que se empleó hace casi medio siglo, en la última de las misiones Apolo.
Un equipo de científicos, jefes de misión y astronautas europeos entrena desde hace dos semanas en el volcán de Tinguatón cómo se comportarían en una misión de exploración de la Luna, el objetivo número 1 en estos momentos de la NASA y la ESA, que proyectan regresar juntas al satélite de la Tierra en el plazo de una década.
Este es el tercer año consecutivo en Lanzarote del programa "Pangaea" de la Agencia Espacial Europea, que hasta ahora había aprovechado el paisaje de Lanzarote como análogo para diseñar, a mucho más largo plazo, técnicas de reconocimiento de minerales y búsqueda de indicios de vida (presente o pasada) en Marte.
Sin embargo, la ESA ha reorientado este tipo de entrenamientos hacia la Luna, en primer lugar, porque se trata de un objetivo que ya está en la planificación de las agencias internacionales con las que colabora y, en segundo, porque toda la tecnología que un día se pueda llevar a Marte, será necesario probarla primero en la Luna.
Esos planes chocan, entre otras dificultades, con que la última tecnología de exploración lunar puesta a prueba en condiciones reales se quedó en 1972, en la misión Apolo XVII, la última que llevó a un ser humano a la superficie del satélite. Y, ahora, probar nuevos sistemas en laboratorio resulta inviable, porque para obtener resultados muy fiables se necesita estar en la Luna... o casi.
"Es muy difícil encontrar en la Tierra un lugar con características lunares. En Lanzarote tenemos algunos muy importantes, como este de Tinguatón. Como aquí, en la Luna hay lavas basálticas y piroclastos y de una composición muy parecida", explica a Efe el geólogo italiano Franceso Sauro, director científico del proyecto "Pangaea" de entrenamiento en análogos terrestres.
La coordinadora del equipo que cada año desplaza la ESA a Lanzarote, su compatriota Loredana Bessone, precisa que el regreso a la Luna no se abordará, probablemente, de forma directa con astronautas, sino que primero se enviarán a la superficie del satélite robots de exploración ("rovers", en el argot anglosajón) para que realicen las primeras tareas y preparen el terreno.
Estos días, el astronauta de la ESA Matthias Maurer no solo ha trabajado en los volcanes con herramientas de la era Apolo actualizadas, nuevos sistemas de análisis geológico casi instantáneo y tabletas electrónicas de comunicación con la dirección una futura misión, sino que también se ha entrenado en el manejo remoto de rovers. Desde Canarias, ha dirigido uno que operaba en Holanda.
En realidad, precisa Maurer, se trata de un anticipo de la prueba casi definitiva con este tipo de robots que se hará en 2019, cuando uno de sus colegas de la ESA o la NASA maneje desde la Estación Espacial Internacional un rover situado sobre los campos de lapilli (o "picón", en Canarias) que rodean al Parque Nacional de Timanfaya.
De paso, el astronauta alemán ha hecho un descubrimiento tan útil como inesperado: el traje con el que se trabaja fuera de la nave espacial y con el que ha entrenado en Lanzarote no es adecuado.
Las rocas de la isla, muy parecidas a las lunares, le han desgarrado los guantes. Si eso hubiera ocurrido en una misión real, advierte, el astronauta en cuestión habría corrido peligro.
Matthias Maurer explica además cuál es el sentido de volver a la Luna: entre otros, dice, conocer mejor la Tierra. La Luna tiene la misma edad que el planeta azul, unos 4.500 millones de años, pero apenas ha cambiado, por lo que gran parte del pasado de la Tierra se puede ver, congelado, en la geología lunar, relata este astronauta.
Pero nadie olvida, y menos un astronauta, que las grandes agencias espaciales desean ir este siglo a Marte, algo inviable en este momento, y no solo por seguridad (el viaje, de unos 500 días, sometería a una radiación muy peligrosa a los astronautas, a menos que se vaya mucho más rápido o se mejore la protección).
También porque los astronautas podrán llevar pocas cosas consigo, de modo que deberán extraer de la superficie de Marte todo lo imprescindible: agua, combustible para regresar (hidrógeno), materiales para construir su base-refugio (basaltos inyectados, probablemente, con impresoras 3D) y suelos propicios para cultivar alimentos vegetales en condiciones límite.
Todo eso se tendrá que ensayar primero en la Luna... y mucho antes quizás en Lanzarote, donde los agricultores llevan cuatro siglos cultivando patatas, cebollas, legumbres, cereales y sus famosos vinos de malvasía bajo finas capas de cenizas volcánica.
"El análogo es espectacular", dice el geólogo Francesco Sauro, que bromea con que si algún día se siembra en el Planeta Rojo, más pronto que tarde se brindará con "malvasía marciana".
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La ESA pone al día en Lanzarote la tecnología Apolo
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