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Lunes 06/05/2024  

El Puerto

Lo que yo te diga... del armario de Ikea

No sé si en esta ciudad gobierna el menos malo, si el más listo de la clase, si es la viva imagen de lo que tenemos o si sencillamente es que no da para más

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Luis Miguel Morales |  Oía el otro día ensimismado y con más paciencia que sonrojo de la mala suerte que ha tenido El Puerto con sus gobernantes. Una opinión que merece muchas más lecturas y muchas más interpretaciones de las que en un primer instante parecen tener.

No sé si en esta ciudad gobierna el menos malo, si el más listo de la clase, si es la viva imagen de lo que tenemos o si sencillamente es que no da (damos) para más.

No es cuestión, creo, de mala suerte; es llanamente que están tan cómodos en la poltrona que  creen por norma que somos tontos y que nuestras tragaderas son infinitas. Nos cabe tela, Pedregal hijo, hablando ligero y mal.

El portuense no es tonto, lo han idiotizado a base de ideas y políticas chuflas. De ineptos y de enchufados de tres al cuarto que no han sabido ni saben estar a la altura de las circunstancias. El rey de los muebles; la tienda ideal del aburrido sabático y las parejas felices del “mira churri qué bonito”, no sólo le ha comido la tostada a mi admirado Muebles Palomino o Arturo, es que Ikea te vende un sofá cama y tú lo te lo tienes que llevar debajo del brazo, y lo menos entendible, es que te lo tienes que montar tú. Sí, un puzle en versión tienda de muebles.

Son suecos, no tontos. Los que se lo hacen son los que no sirven para una concejalía y te la empetan para otra. Uno que ya no sabe qué hacer con él y que nos lo da por partida doble. Ni responsabilidad ni responsable.

De casta le viene al galgo. Ya saben. El “no es no”. El rompecabezas que hay montado en Comercio es el idéntico al que hay en Turismo. Mismos patrones arcaicos, mismas ideas absurdas y misma imagen hortera. Ni está ni se espera. 

Al igual que la marca sueca son piezas sin encajar, sin terminar. Todo a base de improvisaciones y giros rocambolesco. Colocar un stand en pleno centro y promocionar una tienda de otra población es tener pocas miras y mucha suerte de poderlo contar el lunes en el despacho.

Ni se entiende ni se comprende, no ya por del que viene, sí por cómo se hace todo. Si estos son capaces de venderte muebles para que tú los montes, los políticos de ahora se han venido arriba y pretenden que de la misma manera seas tú quién decida en lo que ellos o no se atreven o no saben. 

La nueva política es dejar que los demás tomen la iniciativa y que sean otros los que se lleven la responsabilidad de hacer.  Querido Quique, la campaña publicitaria (y gratuita) que le estamos haciendo a unos y otros es de gran categoría.

La factoría sigue sumando una tras otra. A ver cuál es la próxima. Porque querido amigo, esto es un no parar.

Quique Pedregal | Hombre, Luismi, si soy concejal y me llega una empresa y me pide instalar un chiringuito publicitario en mitad de una calle de la ciudad, y además lo hace reglamentariamente y paga las tasas estipuladas, yo creo que no se lo puedo prohibir.

Y en este caso tengo que defender el papel del político que, aunque se le pueda recriminar el no haber previsto lo que se le podía venir encima, no puede negarse a que, insisto, alguien que cumple con la normativa, instale lo que le plazca en donde le autoricen.

Yo he comprado alguna vez en Ikea, lo reconozco, aunque muebles nunca he adquirido por razones obvias que no voy a recordar, pero de ahí a darle la matraca al señor concejal... Quizás se le pueda achacar torpeza al no analizar las consecuencias de su gestión, pero al comercio local le viene bien este tipo de revulsivos.

Esto de ponerse en medio de la calle con catálogos, globos y polos amarillos, lo lleva haciendo el CCA desde hace años pero con colores anaranjados. Trabajo duro e incansable el de esta asociación de empresarios de nuestra ciudad que, aun viviendo las dificultades que se presentan día tras día, no ceja en su empeño de inventar e inventar para atraer gentes a El Puerto.

Igual que otras asociaciones o particulares, autónomos o dependientes, que levantan sus persianas metálicas cada día esperando con una sonrisa a clientes y amigos.

El día a día es complicado, y eso lo saben los comerciantes mejor que nadie.
El Puerto es una ciudad maravillosa y especial, y aunque vengan políticos mejores o peores, somos los propios portuenses los dueños de nuestro destino.

Melancólico y sentimental, así he salido hoy, pero tiremos ‘palante’ y llenemos las tiendas de nuestra población. ¿A que se me nota que soy hijo y nieto de comerciantes? Lo que yo te diga.

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