Contra el narcotráfico sólo cabe, repitiendo una de las míticas frases de Luis Aragonés: “Ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Ganar, ganar, ganar y volver a ganar”. Y con ese espíritu y compromiso, inoculado hasta el tuétano por los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado, debemos saludar la reacción plausible de la Guardia Civil, la Policía Nacional y el Servicio de Vigilancia Aduanera tras el fatídico episodio que costó la vida de dos agentes asesinados por una narcolancha en Barbare. Lejos de achantarse o mostrar signos de flaqueza, han redoblado más si cabe su deber contra esta lacra con varios golpes a los narcos en sus líneas de flotación: contra una red logística que surtía de combustible a las narcolanchas en Trebujena; contra una organización mafiosa que blanqueaba dinero; deteniendo a un narco y abortando un alijo en la desembocadura del Guadalquivir usando no viejas y pequeñas lanchas, sino embarcaciones auxiliares del buque oceánico Río Arlanza, de 35 metros de eslora, y deteniendo a un delincuente en una playa de San Roque, después de embestir a un vehículo de la Guardia Civil cuando fue sorprendido alijando tabaco de contrabando.
A todo esto, hay que sumar algunos pasos decisivos en la necesaria respuesta integral contra esta plaga. Especialmente saludable ha sido la decisión de la Fiscalía de investigar a los individuos que jalearon a los narcos por atacar a los agentes,como toda España pudo ver en los videos que retransmitieron el asesinato casi en directo. Es imprescindible empezar a desmontar la narcocultura que encumbró a los narcotraficantes como héroes y acabar con los Antones de turno que paseaban con cachorros de león, fajos de billetes, harenes de jovencitas y presumiendo de sus desafíos constantes al principio de autoridad. También es importante que la ministra de Defensa haya puesto al servicio de Interior a la Armada y que este último ministerio haya encargado 6 nuevas y modernas patrulleras para que los agentes dejen de sentirse David contra Goliat al no disponer de los medios adecuados para combatir a los narcos.
Medidas, todas ellas necesarias, aunque lleguen tarde, tardísimo, para David y Miguel Ángel, los dos guardias civiles asesinados, y para las viudas y mujeres de guardias civiles, cuyos lamentos no sólo hay que entender sino que deben recorrer como un calambrazo la conciencia de los poderes públicos queni ahora con Pedro Sánchez, ni antes con Rajoy, Zapatero, Aznar y González atajaron esta epidemia del terrorismo de la droga para que la provincia de Cádiz, y especialmente el Campo de Gibraltar, Barbate y Sanlúcar de Barrameda, dejen de estar estigmatizados por el yugo del narcotráfico.