Estaba pasando la fregona por el suelo del Santuario de María Auxiliadora. Lo hacía de forma apresurada "porque tengo que cerrar a las once menos cuarto para esperar la ambulancia". Y es que a partir de esta hora pasan día sí y día no a recogerlo para llevarle a una sesión médica que, dicho sea, le mantiene en perfecta forma desde hace ya años. A pesar de su premura de tiempo sacó, como siempre, un minuto para la conversación y me espetó que "estoy deseando que llegue el Jueves Santo". Ya has sacado la papeleta de sitio de tu hermandad de la Buena Muerte, le cuestioné. "Sí fui anoche. El hermano mayor, Juan Pedro, estuvo muy cercano y no se creía que fuese a salir pero yo le dije que lo haría sin problemas. Lo que no sé es si saldré vestido desde aquí, desde casa, o bien lo hago en la hermandad. Ya veré. Pero ya tengo ganas de que llegue la Madrugada y de estar en las filas de mi hermandad". Le pregunté que si sabía el sitio que iba a ocupar en el cortejo. "No sé. Donde me pongan. Me da igual. Como aquel año que me citaron a las 12 de la noche, cuando la salida era a las 4. Me extrañó, pero, como me lo dijeron, obedecí y cuando llegué me dijeron que tenía que ir a la ermita de La Yedra ya que iba a representar a la hermandad en dicha estación de penitencia".
Así estuvo muchas Semana Santa. Vistiendo la túnica negra en la verdiblanca hermandad plazuelera. Siempre en el mismo sitio, año tras otro en silencio, sin virar la vista hacia atrás, sino hacia adelante, como si estuviese procesionando con la cofradía que, durante mucho tiempo, cerraba la que por aquí se conoce como la Noche de Jesús.
No puede vivir su hermandad en el día a día, porque sus obligaciones como religioso se lo impiden, pero permanentemente piensa en ella y cuando llega la Cuaresma sabe que tiene una cita obligada y no falta, por más que le puedan pesar sus males, de los que está afortunamamete muy bien, su edad, 87 años le contemplan, ni incluso que antes de salir por la puerta de Santiago para hacer estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral haya estado seis horas en su tratamiento.
Nada le impedirá en la inminente Madrugada del Viernes Santo cumplir con su cofradía y consigo mismo y lo hará con la misma ilusión de ese niño que viste por vez primera su túnica nazarena. Su nombre, por si interesa, es Francisco Solís, coadjutor salesiano por más señas.