“Todavía no he llorado”, reconoce la gaditana Helena Correas, voluntaria de la Asociación GEA, al otro lado del teléfono a VIVA CÁDIZ prácticamente recién aterrizada en España tras permanecer casi una semana participando en las labores de rescate del terremoto en la ciudad turca de Adiyaman. “Allí no te puedes poner a llorar. La gente no necesita que tú llores, sino que le soluciones la papeleta”, señala. Ahora desde la distancia, ya de vuelta a Cádiz, no puede evitar emocionarse cuando recuerda algunos de los momentos que más le han marcado desde que el pasado miércoles 8 partía desde Madrid a Estambul con su expedición de voluntarios de todos los puntos del país, junto a la perrita Piña, sin quien no podría entenderse esta misión. Cada uno se había costeado su propio billete “porque no tenemos subvenciones” y, una vez en territorio turco, ante la situación impracticable de Adana, el Gobierno turco fletaba un avión militar que los llevaba directamente a la ciudad Adiyaman, asignada para sus tareas de rescate, donde llegaron el jueves a las 6.30 de la mañana.
Allí no te puedes poner a llorar. La gente no necesita que tú llores, sino que le soluciones la papeleta”Helena lleva desde el año 2000 preparándose y participando en equipos de búsqueda de personas para estas catástrofes. Ha estado en Indonesia, Italia, Nepal, Haití..., pero nunca hasta ahora se había enfrentado a nada igual, ni había sido testigo de los efectos tan devastadores de un terremoto de esta magnitud, que ya se ha cobrado la vida de más de 33.000 personas. “No ha habido ninguno tan a lo bestia como este. Estamos hablando de una extensión que podría equivaler a Andalucía perfectamente. El 80% de la ciudad estaba destruida. Todo destrozado. Como si hubiera caído una bomba. Lo ves en la tele y te apabullas, pero no tiene nada que ver cuando estás allí”, relata. El día a día a temperaturas bajo cero desde que llegaron era metódico. Protección Civil les iba trasladando ando los avisos de los sitios donde tenían que ir a buscar. En total estuvieron en 31 puntos diferentes para confirmar que no había supervivientes, encabezados por Piña. Los perros tan preparados como él, que ha sido entrenado tras ser adoptado por un compañero voluntario bombero, en cuestión de diez minutos “te hace todo el edificio y te descarta. Si están bien entrenados, su olfato es tan extraordinario que es capaz de llegar hasta a 20 metros de profundidad”.
En su caso, su equipo se encargaba de corroborar que no quedaba nadie con vida después de que los militares hubiesen peinado antes la zona. “No hemos podido rescatar a nadie, sino confirmar que no había nadie vivo”, lamenta. No es una tarea gratificante en absoluto, pero sí necesaria para que las familias hagan su duelo. “Le tienes que dar descanso a la familia que está esperando, decirle que por desgracia no hay nadie, para que tengan su duelo. Ellos ya lo intuyen pero tienen que saberlo”. Y eran sus traductores los que se encargaban de confirmárselo tras recibir sus indicaciones.
Por eso, el pasado viernes, cuando certificaban de nuevo la ausencia de supervivientes en otro punto y muy cerca de ellos, al otro lado de la calle, una pala excavadora encontraba con vida a una hija de siete años y su madre de 30, se emocionó mucho. “Me hinché de llorar cuando vi sacar a la niña mientras gritaban Alá es grande. Es que fue un milagro porque eso es superpeligroso, pero abrió el hueco y ahí estaban”, explica.
La pequeña salió sin problemas, pero a su progenitora hubo que sacarla en camilla y Helena y otros voluntarios se encargaron de llevarla. Fue quizás la única licencia que se permitió trabajando, dado que una vez sobre el terreno no se paran a pensar sino que procuran tener la mente fría para ayudar a la gente. Y es esa parte humana con lo que se queda de esta nueva aventura. “El dolor es un punto de unión entre los seres humanos, pero me quiero quedar con la generosidad y la solidaridad humana, con el agradecimiento del pueblo turco y su hospitalidad, con el trabajo de la gente que se parte la cara, lo malo, hasta que no lo pueda comprender, lo aparco. Por desgracia este no va a ser el último terremoto”. Y es que entre los que se “partían la cara” por ayudar había casos de personas que lo habían perdido todo, como una médico de Estambul que ayudaba en la zona de la catástrofe repartiendo comida. “Su familia había desaparecido y se vino a ayudar a la gente”, cuenta. Tampoco puede olvidarse de una madre joven a la que atendieron tras sufrir un síncope cuando le trajeron el peluche de su hijo pequeño al que no pudieron encontrar. Ya había perdido a sus otros dos hermanos.
¿Cómo se puede ayudar?
¿Y cómo se recupera uno después de pasar por este tipo de situaciones tan traumáticas? “Esta va a ser gorda”, admite. Afortunadamente, la preparación de su equipo de voluntarios no descuida en ningún momento la labor psicológica. “Estamos bien preparados, tenemos nuestras reuniones, nuestras charlas y lo que siento yo lo sienten el resto de compañeros. La vida sigue y es lo que hay que aprender”.
Eso sí, hace falta mucha ayuda. Miles de familias tienen que empezar de cero. La Asociación de Voluntariado GEA ha habilitado el número de cuenta ES76 2100 7260 1422 003 71717 y el asunto Ayuda Terremoto de Turquía para colaborar con donativos. También se puede hacer a través de Bizum de GEA en código de envío 01428 en Donativo o Aportación a Causa Solidaria.
Este miércoles a las 20.00 horas en la sede de la Asociación GEA (San Pedro, 1), Helena dará una charla para los compañeros de la asociación, familiares y amigos de su última experiencia en Turquía. Será una oportunidad para escucharla en primera persona.