El cabo primero Pérez iba de la mano de su novio cuando se topó con un mando. Su reacción inmediata fue soltarse, un gesto que le hizo reflexionar y le ayudó a salir del armario. Alberto se convirtió en la subteniente Estrella, la primera transgénero de Tierra. Ambos siguen en el Ejército y cuentan su experiencia a Efe con motivo del Día Internacional del Orgullo.
Entre el colectivo LGTBI de las Fuerzas Armadas aun existe temor a reconocer abiertamente que no se es heterosexual o que se vive en un cuerpo equivocado y ello a pesar de que los que deciden no esconderse y plantan cara, como Pérez o Estrella, se sienten felices y respetados por compañeros, mandos y subordinados.
UN DÍA CON PANTALONES Y BARBA Y AL OTRO CON FALDA Y MAQUILLADA
La subteniente Estrella Cid, de 56 años y especialista en telecomunicaciones es una de las tres mujeres militares transgénero: dos en la Armada y ella en Tierra. Ha estado destinada en la Brigada de Alta Montaña de Jaca y también fue a la guerra de Bosnia-Herzegovina, una experiencia dura en la que perdió a nueve compañeros.
Entonces se llamaba Alberto y era heterosexual. No solo tenía sus "novietas" sino que se casó y tuvo una hija. Ya "tenía ese 'reconcome' de que quería ser mujer" pero su propia profesión y un ambiente familiar tradicional con un padre militar muy estricto no ayudaban.
"Yo calladita, calladita, seguí ascendiendo hasta llegar a subteniente. Y cuando estaba propuesta para mayor fue cuando decidí hacer la transición y me caí de la lista", señala.
Su fracaso matrimonial fue el punto de inflexión que le empujó a tomar una decisión que le costó más comunicar a su familia que a sus superiores. "Mi madre -admite- se llevó un disgusto tremendo, no lo entendía, porque no tenía pluma y siempre me habían gustado las chicas", aunque le apoyaron tanto ella como sus hermanos.
En su trabajo le ayudó ocupar una vacante en el Centro Deportivo Sociocultural Militar San Jorge "donde éramos cuatro, un coronel y tres subtenientes", porque, como reconoce, "no es lo mismo llevar a cabo el proceso en un regimiento de mil hombres".
Se lo contó a su jefe, un coronel del Opus Dei, al que "se le cayó el mundo encima", pero le apoyó, al igual que el general. "Me dijo que estaba en mi derecho y que no me pondría ningún impedimento". E inició su transición.
Hasta que en su DNI no puso Estrella en el Ejército se le seguía considerando hombre, aunque subraya que al estar destinada en una unidad tan pequeña tenía su propio baño y fue todo más fácil.
En noviembre de 2018, el Boletín Oficial de Defensa publicó su cambio de nombre. "Un día aparezco con pantalones y barba y al día siguiente con falda, maquillada y superguapa", bromea y recalca que siempre se ha sentido muy a gusto en el ejército "tanto de chica como de chico".
A pesar de la tranquilidad de su destino, Estrella se ha planteado en alguna ocasión solicitar el traslado "porque como soy una tocanarices, a veces pienso, ahora cojo y me voy a la legión y soy la primera mujer transgénero mandando legionarios".
Asegura no haber observado ningún comportamiento homófobo hacia ella: "No me arrugo por nada y nunca se han atrevido a decirme algo a la cara, solo felicitaciones y mensajes de ánimo, pero sí se que me han insultado a mis espaldas".
SOY EL CABO PRIMERO PÉREZ Y TENGO MARIDO
También el cabo primero Pérez, destinado en el Batallón del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad, considera que ser fuerte frente a los compañeros ayuda que te respeten. "He estado en muchas unidades y si he tenido algún problema lo he cortado rápido".
Tiene 43 años, está casado y es padre de una niña. Lleva en el ejército desde los 19 años cuando ingresó por vocación pero no fue hasta los 24, después de dejarlo con una novia, cuando tuvo clara su orientación sexual.
"Al principio se calla, no se dice a nadie porque tienes miedo del que dirán". Cambió un día cuando iba de la mano con su chico en un centro comercial y se cruzó con un capitán de la Unidad Militar de Emergencias (UME), en la que entonces estaba destinado.
"Le solté la mano e hice como que no le conocía. Saludé al capitán y cuando me despedí y volví con mi pareja me dijo: 'te das cuenta que te avergüenzas de mi' y en ese momento se me encendió la chispa y pensé 'esto no puede seguir así".
Y decidió salir del armario "le gustara a quién le gustara". Empezó a contarlo a sus compañeros más cercanos, que al principio no se lo creían pero luego se lo tomaron bien.
Los rumores sobre su homosexualidad le acompañaron cuando cambió de unidad. "Lo notaba en el ambiente y en una formación dije: 'no preguntéis más, soy yo y si alguien quiere saber algo más que venga y me pregunte'".
"Cuando sales y te enfrentas ya no tienes problemas", asegura este cabo primero que lamenta que no son muchos los militares que dan el paso. De hecho, solo tiene un compañero que lo ha hecho gracias a su ayuda.
Dice que nunca ha tenido problemas con compañeros, mandos ni subordinados. Cuando le preguntan por su pareja, no se esconde en decir su nombre, lo que en alguna ocasión ha dado lugar a situaciones casi cómicas que ha tenido que aclarar: "Es un chico".
Reconoce que quizá él ha tenido suerte porque no tiene pluma y ante las típicas expresiones de 'maricón el último' echa mano del humor y dice "ya me ha tocado ir el último otra vez".
Su orientación sexual no le ha pesado en el Ejército, asegura que está bien considerado y que muchos de sus compañeros conocen a su marido, si bien insiste en que lo importante es que "los demás te vean fuerte", ya que los que se esconden tienen más problemas.
"En el momento que lo reconoces o dices que tienes marido, les quitas los argumentos", afirma tajante.
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