Cabalga sin descanso y dejar atrás imágenes y sentimientos en el recuerdo en un corcel que no tiene riendas y recorre el diáfano campo del tiempo, galopar sin parar sobre los lomos de la vida. En ese recorrido giro la cabeza para observar aquel camino que quedó atrás donde un niño con una maleta naranja salía del colegio con sus compañeros que esbozaban sus risas al disfrutar saltando con sus nuevas botas de agua sobre los charcos que se quedaban en unas calles llenas del agua de lluvia. Luego llegaba el verano y el paseo por la orilla de la playa del Carmen, haciendo una marca con el pulgar del pie como él hacía y observar la isleta de la barra con un palo que emergía con la marea baja para desaparecer cuando la luna subía el mar. Sigue cabalgando la vida a lomos del tiempo para reír con las risas pacenses que venían cada verano a jugar conmigo en las casetas, que ya no son pantalla visual, y la mirada recelosa de aquellos otros con quien nunca logré entablar un juego ni de niño de una conversación de adulto.
Pasando las herraduras de los cascos de mi caballo en el piso, veo como llega la primera parte de la adolescencia, el fracaso en los estudios y como se alejaban los amigos, momentos duros de una madurez que se resistía a llegar, mi cobardía ante el amor y mis miedos a ser mayor. “Arre caballo y continúa para alejarnos de aquellos momentos” ahora he llegado a Cádiz, la universidad y conocer la verdadera adulta por fin, compartir vida, pupitre, alegrías y fracasos, y ofertas en los bocadillos de pollo. Un poeta, un loco, unos hermanos y un amor, llegaron en aquellos años que también pasaron mientras sigue el sonido de los cascos de mi caballo.
Cada vez más cerca de la plena madurez, mi primer trabajo en esta casa que hoy alberga las letras de mis columnas, la creatividad de la mano de los niños con mis compañeras de ANIMAJOLE y luego la prensa escrita. Volver a retomar mi formación y trabajar en la administración. Y llegó ‘Yo Soy Peter’, mi hijo favorito con el que lucía frente al disparo de una cámara de fotos en manos de la única reina a la que rendiré pleitesía. Continúo cabalgando a lomos de un caballo cada vez más cansado y que deja a los lados tantas y tanto cariño que se fueron en cuerpo, pero quedará siempre en el alma.
El amor también pasó y el recuerdo de lo bello que me trajo y que se fue quedando atrás, añorando aquellos buenos momentos, pero también cada vez más incrédulo sobre cuántos de aquellos fueron verdad y cuántos no. La vida es un recorrido que hay que andar y a veces doloroso por eso hay que recordar siempre esos gratos momentos que hacen paliar los momentos más amargos y, por supuesto, caminar con honradez para no perder nunca la perspectiva del futuro y saber que todo lo recorrido será el camino que labrará un mañana más prometedor y te ayudará a conocer quién merece de verdad ser tus compañeros de viaje.
Esta semana quiero dedicar esta columna, en la semana del amor, a aquellos compañeros de viaje de mi vida que supieron ofrecer una sonrisa, una mano, un abrazo o un beso de verdad. El tiempo y el camino de este recorrido hacen que te des cuenta de que no todos fueron sinceros y sólo espero saber siempre quienes fueron, son y serán, los sinceros y poder estar siempre a la altura que ellos me necesiten.