La Universidad de Cádiz (UCA) investiga el origen del bulo difundido entre el alumnado la semana pasada sobre una falsa alarma de tsunami. La información llegó a los dispositivos móviles de los estudiantes por medio de la aplicación de la UCA y, hasta que la institución no desmintió el contenido del mensaje por medio de sus redes sociales, cundió la angustia.
El suceso se produce unas semanas después de que trascendiera un estudio del CSIC publicado en la revista 'Scientific Reports' que analiza la falla marina de Averroes, en el Mar de Alborán, y concluye que su geología tiene capacidad para generar olas de más de seis metros que afectaría a las costas andaluzas; y en plena crisis por la erupción del volcán de La Palma, durante la cual los medios de comunicación han desempolvado la vieja teoría de que la fractura del cono y el corrimiento de tierra, con la inmersión del mismo, provocaría olas gigantes que arrasaría el litoral desde Brasil hasta Nueva York.
Francisco Javier Gracia, catedrático Geodinámica Externa en la UCA, puntualiza que “es un disparate decir con antelación de horas o días” que viene un tsunami y advierte sobre “planteamientos no muy rigurosos de científicos sensacionalistas” que hallan en los intereses de los medios de comunicación la correa de transmisión. “El alarmismo sirve para vender”, remarca.
“Vivimos en una sociedad de las emociones”, añade, por su parte, Esther Puertas, doctora en Sociología por la Universidad de Cádiz y miembro del Instituto Universitario de Investigación para el Desarrollo Social Sostenible de la UCA (Indess). De manera que “el espectador queda fascinado por la espectacularidad del relato periodístico y las muestras de solidaridad hacia las víctimas”, a las que ni siquiera en muchos casos se le ponen nombre.
Puertas se remite al análisis realizado al respecto por un puñado de expertos en la publicación que ha coordinado con José Antonio Aparicio Florido, presidente del Instituto Español para la Reducción de los Desastres (IERD), titulada 'Turismo Azul y Seguro. Fundamentos para la Gestión de los Riesgos Costeros'. En uno de los artículos, firmado por la investigadora del Indess Márcia Franz Amaral, vinculada a la Universidad Federal de Santa María, en Brasil, se apunta que la producción del discurso periodístico ante un desastre está condicionada por “la dificultad de la cobertura y de organización simbólica del caos, la presión por audiencia, fetiche de la velocidad y el quehacer en el directo, por los testimonios dramáticos y la explotación de las víctimas”.
“La investigación periodística en estos casos se da en tiempo real y los periodistas no tienen ni formación ni tiempo para una cobertura de calidad”, añade. Y subraya, finalmente, que “el periodismo elige muchas veces la fuerza de la naturaleza como hilo conductor en detrimento de los aspectos relativos al ambiente y a las vulnerabilidades, combinaciones que permiten el próximo desastre”.
Muchas narrativas nos remiten a la noción de la catástrofe como una agresión hecha por agente externos (el río invadió, la lluvia mató), perdiendo de vista que, como indica en la misma publicación el también investigador del Indess Carlos Lozano Asencio, “de la vida cotidiana, de las maneras en las que nos relacionamos socialmente, de las prácticas productivas y, sobre todo, de las decisiones tomadas para mantener nuestras formas de vida, en seguridad y en estabilidad, se encuentran muchas de las causas de esas catástrofes”.
En el caso de La Palma, Puertas lamente que no se haya hablado de planificación urbanística y de viviendas ilegales, porque ya se han registrado erupciones volcánicas y absolutamente todo el mundo tenía claro que volvería a pasar.
Ante ello, la profesora de la UCA plantea, por un lado, la necesidad de que la práctica periodista ahonde en el análisis y tengan protagonismo voces autorizadas para interpretar los hechos, así como que no permita el silencio post desastre. Pero, sobre todo, considera que lo más importante es que los medios de comunicación se integren en una nueva forma de comunicar la información sobre la prevención y gestión del riesgo global, tarea en la que deben involucrarse “todos los actores y grupos sociales”. Se trata, en palabras de Márcia Franz Amaral, de que “el paradigma de la cultura del desastre sea cambiado por la promoción de la prevención”.
En el caso del tsunami, Francisco Javier Gracia recuerda que ya hay un protocolo de alarma hecho público recientemente por el Ministerio del Interior, pero también es preciso informar a la población de los riesgos reales para que sepa qué hacer en caso de que haya un terremoto que pueda provocar una ola gigante. “No habrá mucho tiempo para llevar a cabo una evacuación” desde que se produjera el seísmo, afirma, de manera que los ciudadanos deben saber hasta dónde llegará el agua, de acuerdo a las simulaciones matemáticas, y cómo actuar, con la instalación de cartelería, por ejemplo, pero “sin sacar las cosas de quicio”, en cualquier caso, recomienda.
Esther Puertas, que participa igualmente en el Laboratorio Social Coedpa, creado en el seno del Indess para trabajar en diferentes líneas de investigación sobre la idea de sociedades más seguras contra los efectos del cambio climático y el aumento de los desastres naturales, apela a la colaboración de las administraciones públicas para la planificación de políticas de prevención, y propone, por otro lado, la organización de simulacros de manera periódica en los centros educativos de los municipios de la provincia potencialmente afectados en caso de tsunami, reforzando, como planteaba, la responsabilidad social de los medios de comunicación.